Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo integral para Vivir Bien. Exégesis y hermenéutica para precisar la epistemología de su Reglamentación

Javier Medina

  1. Hermenéutica: contexto

Tal vez convenga empezar explicitando el sentido de la voz hermenéutica. Proviene del verbo griego ἑρμηνεύειν: jermeneueien, que significa interpretar, declarar, anunciar, esclarecer y, por último, traducir. El término deriva del nombre del dios griego Hermes, el mensajero de los dioses al que los griegos atribuían el origen del lenguaje y la escritura. Juega el mismo rol que la hoja de Coca, en el sistema comunicativo andino. Ambos son los interconectares del sistema. Para entender las palabras o redes de palabras, es preciso mostrar en qué red semántica se encuentran utilizadas; cuál sea su contexto específico; en otros contextos puede variar su significación. Este es el ejercicio que voy a emprender ahora.

  1. Cambio de paradigma

La Ley Marco de la Madre Tierra implica un cambio de paradigma. La columna de la izquierda está anclada en paradigma newtoniano de la modernidad; la columna de la derecha apunta hacia el nuevo paradigma en construcción. Detengámonos, pues, en la noción de “Cambio de Paradigma” [1]. Veamos, brevemente, su origen, significado y alcance para dimensionar el desafío de plasmar esta transición en la Reglamentación que ya debe ser concebida y operativizada desde el nuevo paradigma.

La palabra paradigma proviene de la voz griega [] parádeigma, compuesta por los  vocablos pará: junto y déigma: modelo; por tanto, etimológicamente, significa modelo, patrón, ejemplo. En el vocabulario del Cambio y, en concreto, en el del mundo del Desarrollo, se lo empieza a usar cada vez más, pero no siempre de la mejor manera. Hay quien piensa que se trata de un modelo mental o de una forma de pensar o de una cosmovisión; otros lo utilizan como si hiciera referencia a una serie de hábitos o estilos nuevos. Un paradigma incluye todo eso, pero es algo más.

La primera definición fue pro­puesta por el filósofo de la ciencia Thomas Kuhn en su libro: La estructura de las revoluciones científicas: México, Breviarios del FCE, 1971.  Significa todo el marco conceptual que engloba nuestras ideas inconscientes y nuestros valores más profundos. Son las cosas que damos por sentadas como algo evidente y obvio. Los paradigmas son tan profundos que, incluso, determinan lo que percibimos: lo tangible y/o lo intangible. Si la tierra es plana o redonda; si el “susto” puede enfermar o no; si los seres vivos tienen un “dueño” que los protege o no. Si hay que pedir “licencia” para ocupar un auditorio o no.

Por otro lado, no podemos evitar tener paradigmas. Incluso podría decirse que los necesitamos. Están incorporados a los circuitos de nuestro cerebro de manera que poseemos los conceptos y las categorías necesarias para digerir nuestra experiencia. Los científicos de la neurociencia del viejo paradigma, por ejemplo, pensaban que teníamos circuitos de fábrica, es decir, que nacíamos con ciertas conexiones neuronales que enmarcaban nuestra experiencia desde el nacimiento y que permanecían invariables a lo largo de nuestras vidas. Este punto de vista iba asociado a la idea de que teníamos un horizonte de aprendizaje limitado que guardaba relación con el envejecimiento y que, a partir de determinada edad (alrededor de los dieciocho años) nuestras capacidades empezaban a disminuir. Pero hoy en día, gracias al nuevo paradigma, sabemos que esto no es cierto.

Actualmente, la neurociencia nos enseña que, a partir del momento de la concepción y hasta el final de la vida, tenemos una capacidad constante para crear nuevas conexiones neuronales. Cuando llegamos al mundo, nuestro cerebro posee muy pocos circuitos. Nacemos con las conexiones neuronales suficientes como para regular nuestra respiración, nuestra temperatura corporal y el latido de nuestro corazón, pero casi todo lo demás está ahí en estado potencial. La inestabilidad caótica de los primeros cruces neuronales permite al cerebro adaptarse a cualquier condición física y cultural con que se vaya a encontrar. Permite al cerebro crear sus circuitos a medida que va evolucionando con la experiencia. Este es el supuesto de este ejercicio de coaching intercultural que vamos a hacer. Vamos a incluir lo amerindio y el nuevo paradigma científico como algo estructural y no sólo como una externalidad, en el mejor de los casos, interesante.

Thomas Kuhn escribió sobre los paradigmas para explicar cómo trabajan los científicos. Por lo general se piensa en la ciencia como algo muy revolucionario. Pero Kuhn afirmó que la ciencia normal de nuestros días es muy conservadora. La mayoría de los científicos trabajan a partir del viejo paradigma newtoniano y gran parte de sus experimentos tratan de validar ese paradigma. Igual que en el mundo de Desarrollo. No se acogen con agrado las nuevas ideas; se las considera excentricidades. Sólo cuando las cosas, que no encajan con el anterior paradigma: las externalidades, empiezan a acumularse de tal modo que superan el corpus tradicional de lo pensable y admisible, comienza a abrirse campo el nuevo paradigma. En este momentum nos encontramos ahora, como humanidad.

Ahora bien, la ciencia no puede cambiar, desde dentro del viejo paradigma; tampoco las instituciones. Para cambiar las reglas del juego del viejo paradigma, tenemos que salirnos de ellas. Del mismo modo, no podremos transformar las estructuras de las organizaciones, si seguimos dentro de las ya existentes. Esto es difícil para quienes han crecido dentro de ellas y han dedicado, toda su carrera, a aprender a utilizarlas. Kuhn decía, incluso, que un paradigma científico no podía cambiar a menos que murieran todos los que lo ponían en práctica. Lo constatamos hoy en Bolivia. Todo el mundo habla sinceramente de Cambio, pero seguimos haciendo lo de antes. Tal vez la afirmación de Kuhn sea muy pesimista, pues sabemos, también por la neurociencia contemporánea, que podemos cambiar de paradigma, si logramos renovar los circuitos de nuestro cerebro.

Como los científicos, también los gerentes del Desarrollo, poseen su propio paradigma: ideas y valores inconscientes fuertemente arraigados desde hace tiempo; preguntas que creen obvias; experimentos que consideran razonables. Este paradigma, el newtoniano, se ha volcado en el lenguaje, en los conceptos y en las categorías de la ciencia mecanicista, que alimenta también el mundo del Desarrollo, e incluyen, básicamente, las nociones de fuerza, causalidad, predictibilidad y los presupuestos de los que tenemos que partir. Así, pues, los líderes de las organizaciones envuelven sus análisis y sus visiones sobre el futuro con un lenguaje que hace referencia a las fuerzas del mercado, a las previsiones de la planificación, a las relaciones de causa y efecto, así como a las “mejores prácticas” y soluciones ya validadas. Hay que ir sobre seguro. El poder y el control son los rasgos alrededor de los cuales gira este paradigma. La eficiencia es uno de sus valores fundamentales.

Si queremos transformar la estructura y el liderazgo de nuestras organizaciones, tendremos que afrontar el cambio desde este nivel paradigmático fundamental. Es necesario cambiar la forma de pensar que subyace a nuestro pensamiento. Los líderes, que estén dispuestos a emprender procesos reales de cambio, deberán tener en cuenta que hasta el momento han estado actuando dentro del paradigma mecanicista de la modernidad. Deberán saber en qué consiste y cuál es el origen de este paradigma agonizante, así como sus efectos sobre el estilo de dirección. También deberán llegar a un punto en el que sean capaces de sentir la realidad de un paradigma alternativo o la excitación creativa que conlleva el situarse en el límite entre paradigmas e, incluso, en nuestro caso: en el taypi entre dos civilizaciones antagónicas. Deberán aprender a formular preguntas nuevas fundamentales, a llegar hasta un punto en el que hasta sus propias categorías de pensamiento y de visión sean diferentes. Tendrán que verse a sí mismos, al mundo, a las relaciones humanas y a sus organizaciones y empresas de una manera totalmente nueva. Si logran alcanzar este punto, podrán estar en situación de cambiar la habitación en lugar de limitarse a mover los viejos muebles de sitio. Cambiar la habitación significa vislumbrar y poner en práctica la posibilidad de una forma de organización completamente nueva; supone aprender de otra manera; implica utilizar toda la capacidad de pensamiento del cerebro: hacer interactuar a los dos lóbulos cerebrales.

Ahora bien, en Bolivia nos encontramos con una situación peculiar. Ya no es tabú sostener que dos civilizaciones antagónicas coexisten simultáneamente: la occidental y la amerindia. Desde el siglo XVI hasta ahora, como en el resto de los países colonizados por Europa, la tendencia ha sido extirpar las culturas no occidentales animistas y, si ello no se podía, como en los Andes, minimizarlas al máximo a través de políticas educativas, de salud, servicio militar, desarrollo rural: incorporación al mercado…En Bolivia, el Paradigma newtoniano, moderno, no se ha podido imponer totalmente. Se lo ha aceptado a medias. La otra mitad: el Paradigma animista sigue vigente. Ambos se neutralizan mutuamente. Pero he aquí que, en Occidente, el desarrollo científico ha producido un nuevo Paradigma  que coincide con el amerindio; para estupefacción general. Esa es la Potencialidad que debemos aprovechar. Así, pues, cuando se lea Nuevo Paradigma cuántico, piénsese en el paradigma animista amerindio.

2.1. Viejo y Nuevo Paradigma en interacción

La expresión “salto cuántico” ha llegado al lenguaje cotidiano. Significa un salto desde un mundo que comprendemos y en el que sabemos desenvolvemos, pero que ya no funciona bien, hacia otro que desconocemos pero que presentimos inevitable y necesario. A este salto se le llama también, como vimos, Cambio de Paradigma [2]. Las ciencias naturales del siglo XX han realizado ese salto; ahora toca extenderlo a las ciencias sociales y del desarrollo.

Niels Bohr, junto a sus colegas, describieron una nueva ciencia, tan sutil y profunda en sus implicaciones y tan novedosa en su lenguaje y sus conceptos, que ellos mismos -decían con humor- no alcanzaban a comprender del todo. En efecto, nada en su formación previa les había preparado para una nueva física que rompiera todas las reglas. Fueron educados, como nosotros, en el marco del espacio y el tiempo absolutos y de las férreas leyes de la causalidad, que garantizaban la certidumbre, la predictibilidad y, por tanto, el control. Ahora se enfrentaban a un mundo cuántico que violaba las leyes del sentido común. El espacio y el tiempo cuánticos poseen escaso significado. Los sucesos cuánticos son incontrolables. Se producen sin causa aparente y un principio cuántico de incertidumbre sustituye a las leyes predecibles de la naturaleza. No hay que extrañarse que produzca resistencia.

Las cuatro nuevas ciencias del siglo XX: la relatividad, la mecánica cuántica, el caos y la teoría de la complejidad, son todas distintas. Cada una de ellas describe un determinado nivel de realidad. La relatividad trata de distancias muy grandes y altas velocidades; la mecánica cuántica explica el micro cosmos del átomo. El caos y la complejidad se aplican a los sistemas físicos de nuestro nivel de realidad cotidiano. Sin embargo, todas estas ciencias tienen en común un nuevo paradigma: cambian las reglas del juego del mismo modo. Para la antigua ciencia, el paradigma newtoniano, la naturaleza es algo simple, gobernado por leyes y, en último término, controlable. Toda la ciencia se basa en la simplicidad organizada. En la nueva ciencia, el paradigma cuántico, la naturaleza se ve como algo complejo, caótico e incierto. Trata de aprender a aprovechar al máximo el potencial de la complejidad. Cualquier intento de controlarla puede ser contraproducente.

Compendiemos los dos paradigmas en un cuadrito

Viejo Paradigma newtoniano Nuevo Paradigma cuántico
Simple Complejo
Gobernado por leyes Caótico
Controlable Incierto

Atomismo frente a holismo

La ciencia del viejo paradigma, al igual que la filosofía griega, es atomista. Esto quiere decir que descompone un todo en sus partes; lo cual azuza la tendencia hacia la fragmentación. El nuevo paradigma, en cambio, es holista; enfatiza las relaciones y, por tanto, alienta la integración.

Los antiguos griegos creían que la materia se podía reducir hasta sus partes más pequeñas. Las denominaban «átomos» y pensaban que todo el universo estaba formado por cuatro clases de átomos: tierra, aire, fuego y agua. La física newtoniana conservó el concepto de átomo, aunque a partir del siglo XVII los científicos se dieron cuenta de que había muchas más clases de átomos. Todavía decimos que hay 92 tipos de átomos estables que componen los elementos de la naturaleza.

Plataforma colgante de Newton

Pensamos en los átomos como algo duro e impenetrable. Un átomo no se puede introducir en otro. Cada uno ocupa su lugar en el espacio y en el tiempo y no se puede descomponer ni reducir. Newton sostenía que los átomos estaban vinculados por fuerzas de acción y reacción, esbozando un modelo del universo basado en el impacto y la colisión. Para evitar ésta última, los átomos deben esquivarse entre sí; a esto se le denomina una “situación controlada”. El sistema, en conjunto, trata de equilibrar estas colisiones transmitiendo la fuerza a una bola situada en el extremo de la fila y que por tanto se puede mover libremente.

El modelo atomista se convirtió en el pilar básico, sobre el que se asentó todo el paradigma occidental moderno. Filósofos políticos, como Thomas Hobbes y John Locke, lo utilizaron para sus respectivas teorías sobre el orden social. Los individuos eran los átomos básicos de la sociedad, y las instituciones y las leyes eran las fuerzas que aglutinaban y controlaban a estos individuos. En el individualismo liberal de Locke, las necesidades y los derechos individuales eran el principal foco de atracción. El todo social no era más que la suma de sus partes.

Freud adoptó el atomismo de Newton para sentar las bases de la psicología moderna. En su «Teoría de las relaciones objetales», Freud afirmaba que todos estamos aislados. Las barreras del yo se concebían como algo rígido e impenetrable. Tú eres un objeto para mí y yo sólo otro objeto para ti. Jamás podremos conocernos realmente entre nosotros ni mantener una relación verdaderamente profunda. Yo me formo una imagen de ti en mi mente: «una proyección», y sólo me relaciono con ella. El amor y la intimidad son imposibles.

La medicina, la educación, la gestión estatal y empresarial, en Occidente, han seguido el modelo atomista. A los médicos, por ejemplo, se les enseña a ver el organismo como un conjunto de partes separadas en funcionamiento, a cada una de las cuales corresponde un especialista. A ninguno se le enseña a contemplar el cuerpo humano como un todo orgánico, vivo, como en el modelo amerindio. La educación occidental divide el conocimiento en materias separadas y podemos llegar a dominar alguna de ellas. Es raro encontrar un estilo de enseñanza general y multidisciplinar, como en el ayllu. Este tipo de educación ha ejercido una notable influencia sobre el tipo de líderes que tenemos.

Las organizaciones newtonianas están estructuradas por áreas de conocimientos y divisiones; se fomenta la competitividad entre cada una de estas unidades atomistas y las demás. No la emulación lúdica, como en los Andes. Todo se aglutina mediante reglas burocráticas y se estructura jerárquicamente para ejercer el máximo control desde arriba. Los programas de «transformación» suelen ser fragmentarios, tendentes a mejorar la eficacia de cierta función o división. Se pone escaso énfasis en el trabajo en equipo.

La física cuántica y el modelo animista amerindio, por el contrario, nos enseña que el mundo no se compone de una serie de objetos sólidos separados. En el nivel de realidad más básico, los sistemas físicos son patrones de energía dinámica. David Bohm ha escrito que todo el universo está formado por patrones interactivos y superpuestos de energía dinámica que se entrecruzan y que «interfieren» en un «patrón de totalidad indivisa». Los quanta tienen una faceta Partícula, un aspecto que se puede inmovilizar, medir, localizar en el tiempo y en el espacio. Pero también tienen una vertiente Onda, como vibraciones de mayor potencialidad que, en principio, recorren todo el universo. A esto se llama Cha en aymara y Chi en chino. Las posibilidades e, incluso, la identidad futura de cada quantum están ligadas internamente a las posibilidades e identidades de los demás. Ninguno de ellos se puede abstraer y examinar por separado, sin experimentar algún tipo de pérdida o distorsión.

Las fronteras ambiguas y profundamente relacionales de los entes cuánticos se conocen como “contextualismo”. Para conocerlos, medirlos y utilizarlos, los entes cuánticos deben contemplarse siempre en el contexto de las relaciones que los definen. Si cambiamos el contexto, cambiaremos el ente. Haremos realidad otra de sus infinitas potencialidades. Se convertirá en algo distinto, en otra cosa.

La organización atomista newtoniana se ve a sí misma como separada de su entorno y considera que sus divisiones y empleados están aislados dentro de su propio sistema mecanicista. Este tipo de entidades trata de controlar tanto a sus empleados como a su entorno.

La “organización cuántica” es más sensible a su contexto, tanto interno como externo. El liderazgo holista reconoce que las necesidades y expectativas de las contrapartes, el contexto económico y político, las aspiraciones y las estrategias de las demás organizaciones, la situación ecológica local y mundial forman todas partes del ser y la potencialidad interna de la organización. A esto es que llaman Pacha los aymaras. La organización cuántica trata de crear estructuras que lleguen y se integren en el entorno, que puedan cooperar con el medio y crear con él una nueva realidad para ambos. El ethos de la cooperación y de la integración es muy distinto del ethos del control.

Resumamos lo dicho así:

Viejo Paradigma   Nuevo Paradigma
Atomismo frente a Holismo
Énfasis en el funcionamiento individual de las partes frente a Énfasis en las relaciones
Fragmentación frente a Integración

Determinado frente a indeterminado

La ciencia del viejo paradigma es determinada. Férreas leyes gobiernan los movimientos de las partículas y de los grandes cuerpos. Se valoran la certidumbre y la predictibilidad. Por el contrario, la ciencia del nuevo paradigma y el Animismo amerindio son indeterminados. La predictibilidad y el control son imposibles e, incluso, perjudiciales. Los sistemas cuánticos y caóticos prosperan en medio de la incertidumbre y de la ambigüedad. Un conductor newtoniano: normas de tránsito, semáforos, señalización horizontal, etc. se desesperaría manejando entre la Buenos Aires y la Max Paredes o por la Cancha, pues esas leyes, allí, no funcionan: Allí funciona una lógica contextual y probabilística: el chofer está atento a todo, al mismo tiempo; ninguna maniobra está prevista.

El pensamiento occidental siempre ha buscado las causas de los sucesos, explicaciones que sitúen a la experiencia dentro de un marco en el que poder trabajar. En la antigüedad y durante la Edad Media,  las explicaciones se basaban en los caprichos de los dioses o en castigos por los pecados o en los movimientos de los astros. Ninguna de estas causas la podía controlar el hombre. La ciencia newtoniana introdujo un nuevo tipo de causalidad. En el mundo físico, según Newton, todo sucede porque tiene que suceder. El universo entero está gobernado por tres simples leyes del movimiento y por la ley de la gravitación universal. El universo es como un inmenso reloj que Dios ha puesto en movimiento para que funcione eternamente. El conocimiento implica control.

En una época en la que los seres humanos se sentían como juguetes indefensos ante catástrofes naturales e históricas impredecibles, el determinismo newtoniano atrajo rápidamente la atención de todo el mundo. Se erigió en la nueva panacea, en la explicación definitiva para todos los misterios. Dio paso a una gran fe en la técnica, a las grandes conquistas de la tecnología y a la razón instrumental. En eso estriba, justamente, el progreso, el desarrollo y la modernidad.

Freud, que se consideraba como el Newton de la mente, incorporó el determinismo en su nueva «psicología científica». Según su “modelo hidráulico” de la personalidad, estamos divididos en tres instancias: el Ello, el Yo y el Super Yo. El Ello es el fundamento de la personalidad, las fuerzas oscuras e instintivas del sexo y de la agresión. El Super Yo son las fuerzas superiores formadas por las expectativas de nuestros padres y de la sociedad. El Yo se encuentra atrapado entre esas dos instancias. Indefenso, recibe presiones desde abajo y sentimientos de culpa desde arriba. Nuestra conducta y nuestros sentimientos, a lo largo de la vida, están totalmente determinados por estas fuerzas conflictivas y por las experiencias de nuestros primeros años de vida.

El sistema legal utilizó el determinismo de Freud, incorporando la noción de “víctima culpable”, es decir, el criminal forzado a cometer el crimen a causa de una infancia desgraciada o de un entorno poco adecuado en su vecindario o de una escuela demasiado opresora. El Conductismo describe a los seres humanos como predeterminados a actuar siguiendo respuestas fijas ante cualquier estímulo dado. Más recientemente, el modelo de la Inteligencia Artificial ha dicho que no somos más que computadoras andantes programadas para el éxito o el fracaso. Los genetistas opinan que las pautas de conducta como la adicción, la criminalidad o la orientación sexual, están programadas dentro de nuestros genes.

Donde Newton buscaba las leyes del universo y Freud las de la dinámica de la psique, la organización científica del trabajo, de Taylor, buscaba las leyes inherentes a cada organización. Si se averigua cuáles son esas leyes, se comprendería la maquinaria de la organización y el líder podría ejercer el control. Gran parte de los altos cargos de nuestras organizaciones newtonianas valoran el control por encima de todo. El control sobre sus subordinados, el control sobre los productos, el control sobre el mercado y sobre los deseos de los clientes. Planifican las posibles contingencias y buscan respuestas a las preguntas antes de que éstas surjan.

Existe un teorema en cibernética, la ciencia que trata de entablar lazos entre el mundo de los seres vivos y el de las máquinas, que hace hincapié sobre las limitaciones que tiene el llevar un control excesivo. Conocido como el Teorema de von Foerster, éste dice así: Cuanto más rígida sea la conexión entre los elementos de un sistema, menor será su influencia sobre el sistema en general. Cuanto más rígidas sean las conexiones, mayor probabilidad habrá de que cada elemento del sistema muestre un mayor grado de «alienación» con respecto al todo.

Cuanto más controladas estén las partes de un sistema, menor será su aportación a éste, en general, y menor participación tendrán en él. La nueva ciencia nos ayuda a comprender por qué sucede esto.

La física cuántica y el animismo amerindio son radicalmente indeterminados. Los acontecimientos cuánticos suceden porque sí, sin ton ni son, “así nomás siempre es”, “¿cómo será, no?”, con lo que predecir cualquier acontecimiento resulta imposible. No podemos saber cuándo se va a desintegrar un átomo radiactivo determinado, ni qué ruta va a seguir una partícula subatómica excitada a la hora de ir de A a B. Los quanta comienzan a existir procedentes de la nada y desaparecen de una forma igualmente misteriosa. Es más, este indeterminismo es fundamental para el holismo creativo de los sistemas cuánticos.

Es precisamente por esta ambigüedad de la identidad, las coordenadas y los movimientos posibles de las entidades cuánticas individuales, por lo que todo el sistema cuántico encaja, es decir, todos los elementos que lo constituyen están relacionados entre sí y actúan en beneficio, tanto de sí mismos como del sistema. Puesto que son indeterminadas, las entidades cuánticas no tienen una identidad totalmente fija hasta que no están relacionadas entre sí. Esto proporciona al sistema cuántico la máxima flexibilidad para definirse a sí mismo en el transcurso de su existencia. Se crea junto con su entorno. Todos los sistemas complejos de la naturaleza alcanzan su punto más creativo, cuando logran un delicado equilibrio entre lo fijo y lo no fijo, es decir, están suspendidos al borde del caos.

Liderar el caos y maximizar la creatividad (: el desafío de la Reglamentación de la Ley Marco) exige aprender a prosperar en medio de esta ambigüedad. El liderazgo cuántico supone que el control dé paso a un sentimiento más sutil e intuitivo de la situación y del potencial creativo de su indeterminación. Las infraestructuras y estrategias de la organización cuántica deben estar pensadas para admitir la ambigüedad y la indeterminación. A su vez, esto requiere que el líder cuántico vuelva a dirigir su mirada hacia la confianza: la confianza en el carácter y la intuición del líder, en las de los subordinados y en la dinámica de la organización. Asimismo, exige confiar en el potencial emergente de la autoorganización, la respuesta natural más creativa al caos. Más adelante examinaremos este aspecto.

Viejo Paradigma   Nuevo Paradigma
Determinado frente a Indeterminado
Valora la certidumbre y la predictibilidad frente a Se desarrolla entre la incertidumbre y la ambigüedad
Control frente a Confianza

Reduccionista frente a emergente y autoorganizado

En la ciencia newtoniana son claves la reducción y el análisis. Cualquier sistema u objeto se puede descomponer en sus partes. Dichas partes se aíslan y se analizan en sí mismas, en busca de sus propiedades fundamentales o de su función primaria. El todo se considera como la suma de las partes, por lo que para conocerlo mejor es necesario conocer sus componentes. Se trata de una ciencia intervencionista: se toma el sistema, se descompone, se aprende a controlar cada una de sus partes y se logra dominar al todo.

La división del trabajo constituye una filosofía reduccionista. Si dividimos el trabajo en partes, podremos hacerlo más eficazmente. El descomponer las organizaciones en divisiones, que compitan entre sí, es también un planteamiento reduccionista. El argumento, en el que se basa esto, es que cada división es más eficaz si se centra en un solo aspecto.

Las partes newtonianas no son más que eso, partes, independientemente de donde estén y de las combinaciones que formen. Si sumamos A y B simplemente tendremos A + B. Un motor será igual y tendrá las mismas funciones, tanto si se encuentra en una licuadora como en un automóvil o en una nave espacial. Las organizaciones newtonianas tienden a desenvolverse al margen de los entornos que las rodean; cada división hace las cosas a su manera y cada empleado actúa según una descripción de su puesto independiente de las demás. Este tipo de organizaciones se desglosan y se contemplan de forma aislada con respecto a su entorno con el objetivo de lograr el máximo control. ¿Cómo puede mantenerse invariable un plan a cinco años sino en medio de ese vacío? Desde luego es necesario ejercer cierto control, pero ¿hasta qué punto?

En la ciencia del nuevo paradigma son claves la emergencia y la autoorganización. Los todos cuánticos son más que la suma de las partes. Un sistema cuántico posee un potencial y unas propiedades adicionales que no tienen sus partes tomadas individualmente. Además, tanto las partes como el sistema en conjunto son contextuales, es decir, que dependen del contexto en que se hallan. Un quantum es algo que se halla en un entorno determinado y será diferente, si lo situamos en otro. Dado que cada quantum tiene una serie de propiedades individuales (corpusculares) y sistémicas (ondulatorias), las propiedades del sistema sólo se desarrollan dentro de un sistema, de un contexto. Emergen dentro del contexto. Así, pues, no podemos identificar el carácter, las propiedades o el potencial de un objeto cuántico, sin conocer el contexto en que se encuentra. En las principales organizaciones cuánticas, los fines del líder emergen dentro del contexto.

La actual teoría de sistemas hace gran hincapié sobre la necesidad de ver las cosas en su contexto. No obstante, sigue siendo mecanicista a causa de su atomismo. Las partes de los sistemas, que describe esta teoría, no son contextuales. No cambian internamente durante sus distintas interacciones. Siguen siendo cajas negras inmutables.

Si tratamos de desglosar un objeto cuántico y de aislarlo de su entorno, lo reducimos.  Así, al intentar controlar las propiedades sistémicas inciertas del objeto, las destruimos. Podemos lograr un control estricto, pero a costa de perder potencial. Se alcanza todo el potencial, dejando al sistema desarrollarse, emerger. Ningún grado de intervención controlada puede prever y hacer realidad las posibilidades emergentes. Simplemente suceden porque sí, dialogando con el entorno que rodea al sistema.

De modo similar, las intrincadas propiedades de los sistemas complejos emergen cuando éstos se hallan al borde del caos. Estos sistemas se auto organizan; no existe técnica alguna que los aglutine. Poseen una dinámica propia holística e imposible de analizar.

Todo el cambio que se está experimentando, hoy en día, en el pensamiento empresarial, está encaminado hacia la organización en forma de red o basada en los conocimientos. El conocimiento (a diferencia de la información a secas) siempre es de carácter contextual. Cuanto mayor sea el contexto en el que se desenvuelvan nuestros conocimientos mayor significado tendrán y mayor fuerza adquirirán. Asimismo, existe cada vez una mayor conciencia de que las organizaciones no se pueden aislar de los entornos en los que se encuentran. Al igual que en los sistemas físicos cuánticos y caóticos, el futuro de las organizaciones humanas creativas sólo puede florecer en medio de un diálogo libre, o de conversaciones como las llaman los amerindios y Maturana, con los entornos económico, político, social y ecológico. De nuevo, ésto exige otra clase de confianza, una confianza en las propiedades que emergen de las situaciones complejas. Pero esta confianza supone disponer de infraestructuras que permitan este surgimiento, con las que la organización pueda aprovechar su propia inteligencia colectiva, la parte de sí misma que es más que la suma de las partes.

Viejo Paradigma   Nuevo Paradigma
Reduccionista frente a Emergente
Aislado y controlado frente a Contextual y autoorganizado
Las partes determinan al todo frente a El todo es más que la suma de las partes
Liderazgo de Arriba a abajo frente a Gestión de Abajo hacia arriba
Reactivo frente a Imaginativo y experimental

“O lo uno o lo otro” frente a «Tanto lo uno como lo otro”

La ciencia del viejo paradigma se basa en un planteamiento lógico del tipo Entweder Oder: O lo uno o lo otro. Asentada en el principio de No contradicción aristotélico, según el cual una premisa puede ser o bien verdadera o bien falsa, la ciencia newtoniana determina si un objeto concreto es una Onda o una Partícula. Además, los sistemas de la física newtoniana son linea­les. Así, pues, la lógica del O lo uno o lo otro y la linealidad forman parte de todo el paradigma occidental moderno. No es accidental, por tanto, el hecho de que la ciencia moderna haya surgido primero en los países monoteístas de Occidente. Somos la civilización de un solo Dios, una sola verdad, un solo camino, una sola moneda, un solo mercado, si posible. Tendemos, en cualquier caso, hacia el/lo Uno.  Hacia la homogeneidad.

En nuestra civilización, orientada hacia objetivos y hacia la resolución de problemas, esto es evidente. Sin embargo, también sabemos que, el pensar en una sola dirección y la certidumbre precoz, pueden ser peligrosos. El sentido común nos dice que, a veces, la cautela, la mente abierta o, incluso, una pizca de incertidumbre, pueden ser muy recomendables; pero nuestra filosofía, nuestra ciencia o nuestro estilo de gestión, no fomentan estas cualidades

En las organizaciones newtonianas, tanto políticas como corporativas, existe una tensión continua entre el individuo: la Partícula y el grupo: la Onda. El individualismo liberal es atomista. Defiende la importancia del individuo y recela del grupo. La civilización animista, por el contrario, limita los derechos individuales y la creatividad, pero su capacidad de trabajo en equipo: ayni, minka, jaima …, de sacrificarse por el bien común y de sacar partido de la energía y de la inteligencia comunitaria, es admirable. Conocido es el caso de la empresa japonesa y, ahora, de la china.

Ahora bien, la ciencia del nuevo paradigma es radicalmente distinta a la del paradigma de O lo uno o lo otro. Las entidades cuánticas son, a un tiempo, Onda y Partícula. Sowohl als auch, Tanto lo uno como lo otro. Son, por un lado, fuentes de acción puntual, situadas precisamente en este lugar del espacio y en este momento del tiempo y, por otro, son haces de potencialidad, como ondas, que están presentes, simultáneamente, en todos los lugares del espacio y del tiempo; son, además, miembros interconectados de otros sistemas. Como el Ayllu andino que está conectado, simultáneamente, con el ayllu de la sallq´a, de los waka y los jaqi. El aspecto Partícula es el aquí y ahora de la entidad, su realidad, lo que puede ser medido: Costo Beneficio, pero su aspecto Onda representa todas sus posibilidades futuras: lo que no puede ser medido: su Eficiencia. En los sistemas cuánticos las relaciones generan posibilidades. Un todo cuántico: digamos C, es más que la suma de sus partes: A + B. Cada quantum individual posee una mayor potencialidad de grupo. La organización cuántica intenta sacar provecho de esta idea. Crea infraestructuras que subsanen la vieja dicotomía individuo‑grupo, que permitan a sus integrantes crecer como individuos y como miembros de grupos creativos mayores. Un líder cuántico intenta cultivar su iluminación interior y su potencial individual pero, al mismo tiempo, siempre será consciente de que, un líder verdaderamente creativo, obtiene gran parte de sus ideas y de su inspiración de las cualidades implícitas del grupo que dirige. Este liderazgo no se basa totalmente en un control descendente, sino que, al menos en parte, busca el aprendizaje ascendente para percibir las posibilidades emergentes y de autoorganización del grupo.

Para ilustrar esta nueva idea contradictoria, Schrödinger puso el ejemplo de un gato, ahora famoso. Coloca al gato en una caja opaca, junto con un dispositivo radioactivo que activa un mecanismo que puede proporcionarle, o comida o veneno. El sentido común, dice que si el mecanismo le entrega comida, el gato vivirá, y que si, por el contrario, libera veneno, el gato morirá. Pero las fuentes radioactivas son dispositivos cuánticos y el Gato de Schrödinger también. Eso significa que existe, de forma independiente y simultánea, en varios lugares a la vez. Por eso, el dispositivo le entrega tanto comida como veneno, con lo que el gato estará, a la vez, tanto vivo como muerto. Esto sucederá hasta el momento en que abramos la caja y le miremos: hasta que colapse en uno u otro estado.

 

 

 

El Gato de Schrödinger. Arriba, está vivo-y-muerto al mismo tiempo. Abajo, al destapar la caja, o bien está vivo o bien está muerto (como en el gráfico); pero no, vivo-y-muerto, como Arriba.

El cuento del Gato de Schrödinger es una metáfora sobre el modo como operan los sistemas cuánticos. Cuando un quantum quiere ir de A hacia B, no sigue sólo un camino. Por el contrario, genera un número infinito de rutas posi­bles, denominadas transiciones virtuales y que, en quechua, se llama ichacho, como nos enseñó Grimaldo Renjifo. Cada una de estas rutas posibles representa uno de los mejores caminos posibles para ir de A hacia B, es una especie de sensor de posibilidades futuras. De hecho, en la realidad cuántica, ni siquiera el propio B está totalmente definido. B sigue formando parte de un entorno futuro que aún no ha emergido. De manera que se obtienen infinitas rutas posibles, desde A hasta un B incierto, como fruto de su mutua interferencia o conversación, como dirían los andinos.  Esto permite que todo el sistema sea creativo a la hora de responder a su propio futuro incierto. Al final, B emergerá, y una de las infinitas rutas de A hacia B quedará como la ruta correcta.

 

Cuando una organización establece «la mejor ruta» para ir de A hacia B, compromete todos sus recursos y sus energías en aras de una estrategia que, tal vez, no sea la mejor, o que, incluso, sea errónea. Si se fija como objetivo un B demasiado definido, B será lo mejor a lo que podrá aspirar. Los sistemas cuánticos son creativos, precisamente porque juegan con la incertidumbre, tanto de los medios como de los fines. Las infraestructuras, que permitan a la organización hacer esto mismo, contribuirán en gran medida a su flexibilidad creativa y a su capacidad para salir adelante en medio de la incertidumbre externa.

Ni los sistemas cuánticos ni los caóticos son lineales. Los primeros evolucionan por medio de saltos cuánticos, radicales, desde un estado definido a otro, entre los cuales no existe nada más que sensores de potencialidad. Los sistemas caóticos pueden experimentar tremendas perturbaciones como consecuencia de una mínima variación. En los sistemas lineales, para obtener un gran efecto, se necesita una gran causa. Las causas pequeñas apenas producen efectos. El famoso Efecto Mariposa demuestra que esta teoría no es válida para los sistemas caóticos y no lineales. La consecuencia de las ciencias, cuántica y caótica, es que no existe dato ni alteración tan pequeña que se pueda pasar por alto alegremente. Ninguna parte de un sistema es insignificante. Los ingenieros de producción han podido constatar, con horror, que el más ligero defecto en una pieza pequeña puede acabar perturbando todo un proceso de fabricación.

El principio de incertidumbre de Heisenberg

La ciencia mecanicista se basaba en el conocimiento. Su estilo de conocimiento trataba de aislar los elementos de los sistemas y de centrarse en ellos. Su prin­cipal logro fue la arrogante afirmación de que habían encontrado respuestas a todos los enigmas de la naturaleza. La vieja cultura empresarial, al igual que la vieja ciencia que la inspiraba, se asentaba sobre la búsqueda de: un punto de mira, la certidumbre y el control. Situaba su fundamento en el hecho, acorde con la sabiduría popular de esa cultura, de que cuanto más supiera el líder acerca de una situación y cuanto más rigurosamente estructurara cualquier posible contingencia, mejores resultados obtendría.

El principio más importante de la nueva ciencia se basa en la importancia que tiene el no saberlo todo acerca de una situación e, incluso, en la imposibilidad de saberlo todo. Según el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, todo aquél que cree una estructura, diseñe una estrategia o tome una decisión, estará destinado para siempre a intentar atrapar sombras en medio de la niebla (lo que, por cierto, resultará extremadamente positivo).

En la ciencia cuántica, las propiedades contextuales y siempre cambiantes de las cosas vienen por pares de variables complementarias, que llamo quantums conceptuales. De este modo, una partícula, que se desplace por el espacio, tendrá variables de posición y de impulso, variables x e y, z … etc. Pero el Principio de Incertidumbre, de Heisenberg, nos dice que sólo podemos conocer uno de los componentes del par de variables complementarias, al mismo tiempo. Si tratamos de medir la posición de una partícula, por ejemplo, su impulso pasará a ser vago e indeterminado. Por el contrario, si decidimos medir el impulso, la posición escapará a nuestra percepción. Jamás podremos conocer al mismo tiempo la posición y el impulso pero, aún así, no tenemos que olvidar que siempre son par. Esto tiene enormes implicaciones, tanto para el ámbito científico como para el organizacional en el amplio sentido del término.

La primera gran implicación del Principio de Incertidumbre es que las preguntas, que hacemos en una situación dada, determinan las respuestas que vamos a obtener. Pero también las que no. Cada vez que interferimos en un sistema cuántico: cuestionándolo, midiéndolo, estudiándolo, escogemos un aspecto del sistema, de entre todas las posibilidades del todo, y perdemos todas las demás. Sólo vemos aquello que buscamos.

La luz, por ejemplo, puede ser a un tiempo Partícula  y Onda, pero, al igual que el Gato de Schrödinger, jamás podremos captarla en ese doble estado. En el caso del Gato, cuando abrimos la caja, el animal está o bien vivo o bien muerto, o lo uno o lo otro. En el ejemplo de la luz, cuando la medimos, será o bien Partícula o bien una Onda. Si un científico profiere una pregunta Partícula, es decir, diseña un experimento en el que se mide un rayo de luz con un detector de Partículas; por ejemplo, la luz golpeará el detector como un torrente de Partículas. Si, por otra parte, el científico formula una pregunta Onda, midiendo la luz con un detector de ondas, por ejemplo, una pantalla, la luz impresionará el detector como un patrón de interferencia ondulatoria. Este experimento, conocido como experimento de las Dos Cortes, es el más famoso de la ciencia cuántica.

Experimento de las dos facetas

La segunda gran implicación del Principio de Incertidumbre es el mensaje que nos envía sobre la estructura, sobre hasta qué punto es correcto estructurar las situaciones y nuestra forma de abordar los sistemas. En el laboratorio, el diseño experimental del científico proporciona la estructura para la actividad. Pero también dicta los resultados que vamos a obtener del experimento, como sucede en el de los Dos Cortes con la luz. La estructura de detección de Partículas hacía que la luz se mostrara como un flujo de partículas. Esto mismo sucede en las organizaciones, en ocasiones con desastrosos resultados.

 Realidad frente a Potencialidad

La ciencia del viejo paradigma está obsesionada por el «aquí y ahora», por lo que puede ver, tocar y medir. Se centra en la “realidad”. La nueva ciencia ha descubierto que gran parte del interés o del valor de los sistemas físicos, permanecen ocultos, fuera de nuestro alcance o están sin desarrollar.

Este aspecto de la Potencialidad de la nueva ciencia es, quizás, el más difícil de comprender, para los que hemos sido educados en el viejo paradigma. Después de todo, los hechos son los hechos. Un científico newtoniano confiará en las sustancias que pueda atrapar en tubos de ensayo, someter a análisis y describir en diagramas delimitados por coordenadas cartesianas. De igual modo, un ejecutivo newtoniano confía en los beneficios trimestrales, en las cifras que puede mostrar a sus accionistas. Confiará en los resultados. Sabrá si un empleado está ocupado, cuando le vea fatigar papeles o pueda contar las horas que ha pasado calentado su asiento.

Ahora bien, de los últimos avances de las ciencias del cerebro, se desprende que nuestra mente alcanza su pensamiento más creativo, cuando no está ocupada. Si nos concentramos en algo, la mente volcará el grueso de su energía en eso. Esto resulta eficaz para alcanzar las metas, que se tenga, pero fragmentará la unidad de la consciencia que realizará menos asociaciones colaterales. La mente no se podrá expandir hacia las aguas profundas de la consciencia unitaria, en las que la realidad es percibida en su complejidad y sus potencialidades. Estas asociaciones y perspectivas, sólo emergen cuando la mente se aleja de una tarea concreta. Cuando nos relajamos, cuando dormimos, paseamos, vamos al baño … entonces, de pronto, vemos las cosas desde un punto de vista general, las cosas empiezan a encajar, aparece la pieza que faltaba: el famoso ¡Eureka! de Arquímedes. Muchos han resuelto, alguna vez, un problema soñando con él. Esto sucede porque durante el sueño la mente se reunifica. La consciencia entra en contacto con el Vacío Cuántico o el Orden Implicado, de David Bohm, o, lo que es lo mismo, con toda la potencialidad de la consciencia. Si en el trabajo creemos que debemos dar siempre la sensación de estar ocupados, no permitiremos a nuestras mentes zambullirse en las vastas aguas de la potencialidad creativa.

En la ciencia cuántica, como hemos visto, cualquier intento de medir un sistema, colapsa todas sus potencialidades en una realidad. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg nos mostraba que, cualquier cosa que digamos sobre un sistema cuántico, no será más que una parte de la historia. Los hechos, no siempre son sólo hechos. Comprender, depende de cómo estudiamos los hechos, de las preguntas que hemos formulado para llegar a ellos. Lo de “tener pájaro en mano”, está muy bien, pero, al tenerlo sujeto, destruimos el orden de toda la bandada: “los ciento volando”. En ocasiones este orden podría haber supuesto información o belleza de gran valor para nosotros.

James Carse [3] utilizó una metáfora perfecta para expresar lo que necesita saber una organización, si quiere comprender la diferencia que existe entre Realidad y Potencialidad. La realidad, el aquí y el ahora que vemos, es lo que Carse denominaría un “juego finito”. “Los juegos finitos”, dice, “se juegan con el fin de ganar. Se juegan dentro de ciertos límites”. Los líderes que buscan resultados económicos, las compañías que miden el valor de sus acciones en términos de bienes tangibles o que invierten en tecnología para lo ya existente, están jugando a un juego finito. Cuando la Shell, por ejemplo, se describe a sí misma como “una compañía petrolera”, su juego es finito. Cuando los consultores ciñen su trabajo a cumplir los deseos del cliente, a decirle lo que  quiere oír,  están jugando a un juego finito.

La Potencialidad, esa combinación ilimitada de posibilidades, de aquellas cosas en las que todavía no podemos centrarnos mucho, que no encajan perfectamente en las casillas que tenemos, es lo que Carse denomina “juego infinito”. “Los jugadores infinitos”, afirma, “juegan para poder seguir jugando. Los juegos infinitas juegan con los límites”. Un líder que busca el desarrollo, en lugar de los beneficios económicos, está jugando a un juego infinito. Una compañía que busca la manera de medir el valor de sus bienes intangibles, su software, la creatividad de sus empleados y que invierte en indagar sobre lo desconocido, como Microsoft, por ejemplo, están jugando a un juego infinito. Cuando los consultores sitúan los deseos del cliente en el contexto y la perspectiva de lo que éste necesita, están jugando a un juego infinito. Todos los juegos infinitos tienen en común que juegan en un campo ilimitado.

La dicotomía Sujeto / Objeto,  frente a un Universo participativo

La ciencia del viejo paradigma divide el mundo entre sujetos y objetos. El científico está al margen del entorno. El mundo está fuera. Pero, he aquí, que la ciencia del nuevo paradigma es participativa. El sujeto, el científico, es parte del experimento; está “en el mundo”, donde la participación ayuda al mundo a existir.

La civilización occidental siempre ha sido dualista. Divide el mundo entre sujetos y objetos, mentes y cuerpos, espíritu y materia. El newtoniano, es un universo material compuesto por una fría materia que simplemente es como es. Los científicos newtonianos son observadores lejanos que contemplan su mundo, lo pesan, lo miden y hacen experimentos con él. Se despegan de la naturaleza y la estudian. Los tecnólogos newtonianos utilizan la naturaleza, la manipulan y la controlan.

Las organizaciones newtonianas dividen el mundo en la Organización y su Entorno o, lo que es lo mismo, la empresa y su mercado. Tratan de controlar ese entorno y de explotar el mercado. Los recursos naturales no son más que eso, recursos utilizables. Los clientes están ahí fuera y también hay que manejarlos. Es necesario manipular sus gustos, colmarles para saciar su insatisfacción, fijarles expectativas. En estas organizaciones reina una profunda separación entre dirección y trabajadores, entre los que toman las decisiones y los que deben seguirlas pasivamente o reaccionar a través de sus sindicatos, como si se tratara de bolas de billar newtonianas golpeándose entre sí. Acción reacción. No conversación.

En las democracias liberales occidentales se produce una división entre lo público y lo privado. Esto proviene del concepto occidental de Individuo. En las organizaciones newtonianas, esta escisión subyace a otra más profunda que se da, por un lado, entre el mundo laboral y la conducta del empleado en su trabajo y, por otro, entre el mundo de la vida privada. Los empleados newtonianos ponen en juego sólo aquellos aspectos relacionados con la eficacia en el trabajo, el cumplimiento de las cláusulas del contrato, los valores y los problemas de la compañía. Las relaciones que mantienen con sus superiores, sus subordinados y sus colegas están dominadas por estas reglas. Todo lo demás pertenece a la vida privada y trae sin cuidado a la organización. Dentro de todo lo demás se incluyen la familia, las relaciones personales, alegrías, penalidades, necesidades, enfermedades… Las organizaciones newtonianas más modernas disponen de un servicio de asesoramiento para hablar de estos temas si es necesario (por supuesto, en privado), para evitar, en la medida de lo posible, que el empleado se desvíe de su eficacia en el trabajo.

En la ciencia del nuevo paradigma es imposible que los observadores se distancien de lo que están observando. Ambos son partes mutuamente co-definidas de un mismo sistema integrado. Las preguntas y los diseños experimentales que hacen los científicos cuánticos desempeñan un papel activo, co‑creativo en los resultados que se obtengan. Lo hemos visto en el experimento de los Dos Cortes sobre la luz. Una pregunta Partícula evocará partículas; una Onda evocará ondas. La realidad no es algo que está ahí, sino un drama en constante evolución en el que participa el ser humano.

La noción newtoniana de que las organizaciones simplemente actúan o reaccionan ante lo que les rodea, es una ilusión que tiene efectos demoledores. Las organizaciones no se limitan, simplemente, a reaccionar ante su entorno como un barco frente a las olas. Seleccionan activamente, interpretan, eligen: crean su propio entorno. Los máximos responsables no sólo actúan sobre sus empleados, sus clientes, la comunidad, el mercado y la ecología. Todos son miembros de un sistema cuyas partes se influyen y determinan entre sí. Este es un universo participativo. No existe un “allá fuera”.

Del mismo modo, a juzgar por lo aprendido de las nuevas ciencias, tampoco podemos decir que exista un fundamento empírico para los múltiples dualismos de la tradición occidental. Ahora sabemos que no hay una división radical entre la mente y el cuerpo. Nuestro estado de consciencia y nuestra capacidad para pensar se ven afectadas por la salud del cuerpo; ésta, a su vez, recibe la influencia de nuestro estado de ánimo. Nuestro carácter está modulado por nuestro código genético y también por el entorno social y biológico en el que se desarrollan esos genes. La consciencia se comporta de una forma distinta a la de la materia, pero ambas constituyen patrones de energía en una realidad subyacente. Por tanto, tampoco hay una base sobre la que mantener esa distinción entre lo público y lo privado, entre la persona que acude al trabajo y la que está con sus familiares y amigos. Esta diferencia es una ilusión creada por estructuras y actitudes mecanicistas y desaparece cuando éstas se disuelven.

El vacío frente al Vacío cuántico

En la ciencia del viejo paradigma, el universo es un lugar estático, frío y silencioso. Un inmenso vacío llena el espacio existente entre los objetos visibles. Lo científicos newtonianos están preocupados por los objetos, por su observación, manipulación y su control. Piensan que los objetos son lo único que existe. Las organizaciones y los líderes newtonianos se concentran sólo en producir, en fijar metas, en conseguir resultados, en la técnica.

La ciencia del nuevo paradigma considera que este universo consiste en una amplia gama de potencialidades en ebullición, un patrón entretejido de energías dinámicas. No existe el vacío. Los objetos son simples manifestaciones superficiales de una fuente subyacente más profunda. Los científicos cuánticos están preocupados por los patrones ocultos, las conexiones invisibles, la sincronicidad y la evolución. Las organizaciones del nuevo paradigma están arraigadas en esta visión. Sus líderes se centran en ser, además de en hacer.

Como ya hemos visto, la ciencia cuántica nos dice que en el universo todo es energía. Las cosas, los objetos en los que nos podemos fijar: rocas, árboles, estrellas, edificios, animales, nosotros mismos… son todas pautas reconocibles y específicas de energía dinámica. La materia, de la que se componen estas cosas, viene y va, al igual que las moléculas de agua que pasan por el remolino de un embudo, pero las pautas permanecen. En los seres humanos, las materias que constituyen nuestros cuerpos, las moléculas de agua, grasa y proteínas, cambian por completo cada siete años. Las conexiones neuronales de nuestro cerebro sufren modificaciones cada segundo. Sin embargo, seguimos siendo reconocibles como individuos a lo largo de los años. Nuestras pautas generales cambian sólo ligeramente.

También las organizaciones son pautas persistentes de energía dinámica. Por ese motivo, tienen un determinado carácter y personalidad, un estilo reconocible lo largo de los años, aun cuando sus empleados y sus directivos entren y salgan ellas. La compañía en sí, su pauta persistente, es más amplia y, en cierto modo, funciona por encima de las acciones y de las decisiones conscientes de todas sus partes individuales, los máximos responsables, los presidentes del consejo, los empleados, los accionistas, etc.

En física, cuando reconocemos que todo lo que existe es una pauta de energía dinámica, surge la pregunta: ¿Dónde se encuentran estas pautas de energía? ¿Encima de qué está escrito el universo? La respuesta es: el Vacío Cuántico. Como describe la nueva física, la totalidad del universo se compone de energía, y su estado fundamental, el estático y sin excitación de la fuente de energía, es el vacío cuántico. En Occidente es difícil comprender la verdadera dimensión del Vacío Cuántico, porque, para nosotros, este término significa que en él no existe nada. Pero el Vacío Cuántico, sólo está vacío de cosas y cualidades. No podemos verlo, tocarlo, ni medirlo, pero no está vacío en sí. Por el contrario, el Vacío Cuántico está lleno de toda la potencialidad latente en el universo. Si fabricamos una interfase: digamos una antena, que capta las distintas frecuencias de las ondas electromagnéticas, tenemos radios, radares, televisores, telefonía móvil, etc.  No hay vacío; hay Vacío Cuántico: una red intangible que interconecta todo, por así decir.

El Vacío Cuántico, por tanto, es en la física del siglo XX lo que Brahma en el hinduismo; Sunyata en el budismo; Q´alakiwa, en aymara, más fuerte que puruma: valdío; Orden Implicado de David Bohm. Es lo que C.G. Jung denominaría el Yo que es la fuente del yo. En física, es el estado fundamental, así como el origen de nuestro mundo y de la existencia humana. Las cosas que existen, nosotros, nuestros pensamientos, nuestras decisiones, las rocas, los árboles y todas las cosas físicas, ya sean animadas o inanimadas, son “excitaciones” u ondas que se encuentran en las sosegadas aguas del Vacío Cuántico. En latín, «ex‑istir» significa literalmente «e-merger de» y eso es, precisamente, lo que hacen las cosas que existen. Emergen del Vacío Cuántico. Esas tranquilas aguas de energía proporcionan la visión definitiva para el desarrollo del universo.

En su sentido más literal, las organizaciones humanas son sistemas escritos en el Vacío Cuántico y se organizan a sí mismas. También son cosas que «ex‑isten. Del mismo modo que cada cosa individual, que existe, es una expresión finita limitada de la potencialidad infinita del universo en general, toda organización humana está enraizada y constituye una expresión finita de esa visión que alimenta a toda la creación. La visión de una organización es lo que la impulsa. Se manifiesta en su estilo de liderazgo, en su forma de conducir los proyectos, en los valores básicos que inspiran sus normas de actuación explícitas o implícitas.

Las organizaciones newtonianas buscan su identidad en la técnica, en los productos y en la estructura. Sus valores principales son los beneficios, la eficiencia, el éxito, tal vez, la excelencia. Persiguen la fidelidad del cliente y, si es necesario, su «satisfacción». Juegan un “juego finito. Las organizaciones del nuevo paradigma obtienen su atención y su energía de una visión más profunda y de valores más duraderos. Lo que significa es que los valores mecanicistas se contemplan como subproductos de otros valores espirituales más profundos, como el servicio a la comunidad, el cuidado del medio ambiente, la preocupación por la felicidad humana. Juegan un “juego infinito”, cuyo fin último es el de seguir jugando. Este se el fundamento cuántico de la Sostenibilidad. Se preocupan de sí mismos y de su entorno, tanto tangible como intangible.

[1] Véase: Programa Nacional Biocultura. Insumos para la construcción compartida del Marco Conceptual Orientador. Documento de trabajo 1, elaborado por Javier Medina y Gonzalo Mérida. La Paz, 2012.

[2] Esta entrada se inspira y sigue los textos de Danah Zohar: The Quantum Society. New York: William Morrow Quill, 1994 y Rewiring the Corporate Brain. San Francisco: Berret-Koehler Publishers, Inc. 1997

[3] Finite and infinite games, New York: Ballantine  Books, 1987