Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo integral para Vivir Bien. Exégesis y hermenéutica para precisar la epistemología de su Reglamentación
Javier Medina
- Columna de la derecha
1.6. Armonía, Equilibrio, Regeneración, Saberes locales, Conocimientos ancestrales, Vivir Bien: Madre Tierra,
Toda esta constelación de conceptos los podemos empaquetar, para zafarnos de una exposición sectorial y secuencial, bajo la noción más abarcante de Animismo que no es, como pensó la modernidad, un estadio arcaico en la evolución de la conciencia humana o una forma primitiva del monoteísmo. La conciencia humana sigue alimentándose y vive gracias a lo que se ha dado en llamar el Inconsciente colectivo. Los arquetipos que construyó el Animismo siguen vigentes hasta el día de hoy. Es una cosmología poderosa. Ha resistido el dominio secante de la civilización patriarcal: monoteísmo, colonización, industrialismo y tercermundismo.
El Animismo es una semiótica holonómica; una manera compleja, lógica y energética, de leer / inter-actuar con todo el universo y cada cosa que hay en él, partiendo del principio de todo movimiento y de toda vida: el animus / anima. El Animismo descubrió el espíritu. O sea que de primitivos, estos hombres no tuvieron nada. Se orientaron por las fuerzas del cosmos, que las experimentaron como numinosas y fascinantes y que les confirieron una sensación de protección, de seguridad, de saber y de poder.
Esta experiencia primordial los religaba, fraternal y “democráticamente”, a todas las seres, creando una suerte de unión mística y dando origen al desarrollo espiritual de la humanidad que se expresó en lenguajes ricos en simbolismo que unían el “Orden implicado” y el “Orden explicado” de la realidad.
Mas que entidades hipostasiadas en el exterior, esas fuerzas y poderes de la naturaleza significan centros energéticos, campos unificados, condensaciones de frecuencias de ondas, con las que el hombre marcaba su espacio para otorgarle sentido y comunicarse con él.
Entiendo, pues, por Animismo la experiencia de la vida en continuidad con la naturaleza: la gramática que nos permite unir el Orden implicado y el Orden explicado. El Animismo, por así decir, es el Ajayu del Continuum. A nivel de política pública es lo que intenta, precisamente, el Programa Biocultura que busca ligar el orden de la biosfera y el de la cultura: bio-cultura; dos órdenes que la modernidad mantuvo separados.
No somos sólo actores y espectadores de la Divina comedia en este Gran Teatro del mundo; somos también sus co-autores. El sentido de la vida humana consiste, por tanto, en participar lo más posible en la vida del universo. Por eso el Animismo aboga por una superación de todas las visiones mecanicistas y racionalistas de la modernidad. El Animismo, por ello, propugna la conexión de toda la realidad, en orden a un principio que es en sí mismo completa relacionalidad.
El Chamanismo surge, precisamente, de esta lectura de la realidad; es su ingeniería operativa para el Bien común. El Chamán es alguien que entra en contacto con las energías cósmicas, sabe controlar en sí este torrente energético y, a través de gestos, danzas, cánticos y ritos, los convierte en benéficos para las demandas humanas y comunitarias de equilibrio consigo mismo, con la comunidad y con la naturaleza
El Animismo despliega ante nosotros la posibilidad de morar un cosmos henchido, complejo, dinámico, probabilístico, multidimensional; no plano, claro, unidimensional, inerte, fragmentado, distinto, como el universo desplegado por la cosmología de la Modernidad.
Veamos cómo se dice el Animismo a fines del siglo XX y comienzos del XXI [1].
1.6.1. Gaia vista desde el nuevo paradigma de Occidente
El nuevo paradigma emerge de la visión de la Tierra desde el espacio. Desde allí, la Tierra se nos muestra como un cuerpo celeste dentro de la cadena cósmica. Es, en efecto, el tercer planeta del Sol, de un Sol que es una estrella mediana entre otros 200,000 millones de soles de nuestra galaxia; galaxia que, a su vez, es una entre 100,000 millones de otras galaxias. Desde esa perspectiva no se puede eludir la evidencia de que la Tierra y la humanidad forman una única entidad.
Este aserto, como ya vimos, trae consigo consecuencias cosmológicas: el hombre no está sobre la Tierra. Es la misma Tierra devenida conciencia, libertad, inteligencia. Esta percepción que los amerindios han conservado hasta el día de hoy, en Occidente proviene de la moderna biología y, sobre todo, de las teorías del caos.
La vida evoluciona de las partículas más elementales, pasando por el gas primordial, las supernovas, las galaxias, las estrellas, la geosfera, la hidrósfera, la atmósfera hasta, finalmente, la biosfera: la morada del hombre, donde la evolución sigue en dirección de la noosfera. La vida, con toda su complejidad, es el resultado de las potencialidades del mismo universo.
Prigogine estudió el funcionamiento termodinámico de los sistemas vivos que se presentan siempre como sistemas abiertos y, por consiguiente, con un equilibrio siempre frágil y en constante búsqueda de adaptación. Estos sistemas intercambian continuamente energía con su entorno; consumen mucha energía y por eso aumentan la entropía; es decir, el desgaste de la energía utilizable; por eso Prigogine llamó a estas estructuras “disipativas”. Pero he aquí que estas estructuras son disipativas en un segundo sentido, en la medida que también gastan entropía. Es decir, los seres vivos, al mismo tiempo, producen y escapan de la entropía. Dicho con otras palabras: los seres vivos metabolizan el desorden y el caos del entorno en órdenes y estructuras complejas que se auto-organizan escapando a la entropía y, en esa fuga / no fuga producen, negativamente, negentropía y, positivamente, sintropía.
Dicho con un ejemplo. Los fotones del sol, para él, son inútiles; son energía que se escapa, al disolver el hidrógeno del que viven. Estos fotones que, desde ese punto de vista, son desorden, sirven de alimento a las plantas a través de la fotosíntesis; es decir, producen orden. Pero no termina ahí la cosa. Por la fotosíntesis, las plantas descomponen el dióxido de carbono, que para ellas es alimento y para nosotros veneno, pero éste, a su vez, libera el oxígeno sin el cual no habría vida animal y humana.
Lo que es desorden para uno, funciona como orden para otro y la vida se mantiene a través de un equilibrio precario que oscila entre el orden y el caos.
La Tierra es un organismo vivo.
Este saber que poseen los amerindios, los occidentales se lo debemos a los físicos cuánticos. Pero fueron el bioquímico James E. Lovelock y la microbióloga Lynn Margulis, los que nos abrieron a los occidentales esa posibilidad cognitiva al mostrar y demostrar que la Tierra es un organismo viviente.
La NASA le encargó a Lovelock desarrollar modelos capaces de detectar vida fuera de nuestra atmósfera exterior. Para ello, partió de la hipótesis de que, en caso de haber vida, ésta se aprovecharía de la atmósfera y los océanos, de los respectivos planetas, como depósitos y como medios de transporte de los materiales necesarios para su metabolismo. Comparó entonces la atmósfera de la Tierra con la de Venus y Marte. Los resultados fueron sorprendentes. Pusieron de manifiesto el inmenso equilibrio del Sistema Tierra y la asombrosa dosificación de todos los ingredientes que hacen posible la vida en la Tierra, en contraste con las atmósferas de Venus y Marte que la hacen imposible. Por tanto, la vida es el resultado de una sutil dosificación de elementos físicos y químicos entre el calor de la corteza terrestre, la atmósfera, las rocas, los océanos, de tal suerte que convierten a la Tierra en un organismo vivo.
Dice Lovelock: “Hasta aquí hemos definido a Gaia como una entidad compleja que comprende el suelo, el océano, la atmósfera y la biosfera terrestre. El conjunto es un sistema cibernético auto-ajustado por realimentación que se encarga de mantener en el planeta un entorno, física y químicamente, óptimo para la vida”.
Esta dosificación calibrada, se verifica también en el ser humano, como ya lo sabían los kabbalistas sefardíes cuando hablaban del macro y el microcosmos. En efecto, el cuerpo humano, por ejemplo, posee casi la misma proporción de agua que el planeta Tierra: 71 %, y la misma tasa de salinidad en la sangre que la que presenta el mar: 3.4 %. Se podrían ampliar las correspondencias.
Ahora bien, este sutil equilibrio de la vida es frágil y fuerte, a la vez, y ésto tiene que ver directamente con los estilos de “desarrollo” que emprendan los hombres.
Frágil si pensamos que el nivel de oxígeno en la atmósfera, del orden del 21%, si llegara al 23 % produciría incendios por toda la Tierra. Ya vimos que el nivel de salinidad del mar es del 3.4%, si subiese hasta el 6%, como ocurre en el Mar Muerto, la vida sería imposible en los océanos. La temperatura de la Tierra, como promedio, oscila entre 15 y 35 grados centígrados, lo que supone la temperatura óptima para la vida; si empezase a subir o bajar, infinidad de especies correrían peligro de desaparecer.
Fuerte, si vemos cómo ha superado las agresiones que se han hecho a su sistema inmunológico. Hace 570 millones de años se extinguió el Cámbrico en el que desaparecieron alrededor del 90% de las especies de entonces. Hace 245 millones de años Pangea se fragmentó en dos, produciendo la aniquilación de entre el 75 y 95% de las especies entonces existentes. Hace 67 millones de años la Tierra chocó con un gran meteorito, el 65% de las especies desapareció, entre ellas el dinosaurio. Hace 730,000 años ocurrió otro impacto cósmico. Más recientemente, entre 15,000 y 10,000 años antes de Cristo, ocurrió una gran devastación de especies en todos los continentes, salvo África. Según estimaciones realizadas, el 50% de los seres con más de 5 kg. y el 75% de los que pesaban, entre 75 y 100 kg., desaparecieron, posiblemente debido a una coincidencia sinérgica del clima más la intervención irresponsable del hombre cazador y agricultor. Hoy mismo, sin ir más lejos, debido al exceso de clorofluorcarbonados, CFC, y otros ingredientes contaminantes es posible que el organismo vivo Tierra se vea abocado a inventar nuevas adaptaciones, como lo ha hecho en el pasado, sólo que nada nos asegura que estas soluciones vayan a ser benevolentes con la especie humana. Pudieran ocasionar, si no cambiamos el modo industrial de producir, hambres crónicas, sequías e inundaciones al mismo tiempo en distintos lugares del mundo, mortandad de especies y hasta el Homo Sapiens / Demens podría desaparecer; lo cual no significaría, en modo alguno, que la vida desaparecería de este planeta.
El Universo en el contexto del Tiempo
Prigogine ha demostrado que los sistemas abiertos, como por ejemplo, el universo, ponen en cuestión el concepto abrahámico de tiempo lineal, ratificado por la física mecanicista y que constituye, como todos sabemos, la columna vertebral de la visión desarrollista y progresista de las sociedades occidentales. El tiempo ya no es considerado como un mero parámetro del movimiento, sino como la medida de las evoluciones internas de un mundo en proceso permanente de cambio, hacia delante, hacia atrás, hacia un lado, desde situaciones de desequilibrio hacia situaciones más altas de equilibrio, etc.
Por eso resulta irreal la separación inventada por el pensamiento dualista que separa y contrapone, por ejemplo, creador y criatura, naturaleza e historia, biología y cultura, mundo y hombre, adentro y afuera etc. Como todos los seres vivientes, el ser humano es también el resultado del proceso cósmico. Las energías y factores cósmicos que entran en su constitución poseen la misma dimensión ancestral del universo. El ser humano, pues, no puede ser entendido fuera del principio cosmogénico; digamos, como el Mayordomo del Jardín del Edén: una pretensión semítica que se ha vuelto obsoleta.
Esta inclusión del ser humano en el proceso cosmogénico cuestiona, por ello mismo, el antropocentrismo occidental, de raigambre cristiana, que hoy levanta como pendón el PNUD con su famosa política de Desarrollo humano, a todas luces insuficiente y parcial, dada la complejidad del mundo, inteligida actualmente por el nuevo paradigma científico técnico.
Al hombre moderno, a diferencia del amerindio, le cuesta pensarse en el contexto del cosmos. No acaba de interiorizar el hecho, por ejemplo, de que todos dependemos de las estrellas, pues son ellas las que convierten el hidrógeno en helio y de su combinación provienen el oxígeno, el carbono, el nitrógeno, el fósforo y el potasio; sin los cuales no habría aminoácidos ni proteínas, ambos indispensables para la vida. Sin la radiación estelar, liberada en ese proceso cósmico, millones de estrellas se hubieran enfriado y el sol posiblemente no hubiera existido y sin él no hubiera habido vida en la Tierra.
Teniendo en cuenta esta información, lo coherente es que, como los amerindios, la humanidad empiece a pensar ya no antropocéntrica sino cosmocéntricamente. Ahora bien, ¿cuál sería la diferencia entre el pachacentrismo amerindio y el cosmocentrismo ecológico? Pues, a juicio mío, una diferencia de método cognitivo: los sabios amerindios llegaron hace miles de años a la misma o parecida conclusión que las ciencias de punta, hoy en día, utilizando el atajo de las plantas alucinógenas. Una, es una ciencia experiencial y la otra experimental; una es esotérica y la otra exotérica.
La complejidad y el final de la lógica lineal
El viejo paradigma del Desarrollismo se caracteriza, como ya hemos dicho, por ser reduccionista, simplificador y homogeneizador. Obviamente, este paradigma no ha arrojado resultados satisfactorios, como sabemos.
La ruptura epistemológica y el salto cuántico que queremos proponer consiste, justamente, en pensarla, desde la ciencia de la complejidad y una lógica ya no lineal.
Esto de la lógica es clave. Si lo entendemos, podremos salir del círculo vicioso del desarrollismo progresista que nos sume en la pobreza.
La realidad, como hemos visto, debido a la trama de sus relaciones, es compleja. Miles de factores, elementos, energías, coyunturas, entran en sinergia y en sintonía en la constitución concreta de un ecosistema. Imaginemos la complejidad que puede suponer un espacio de la diversidad biológica y cultural de Bolivia.
La complejidad de los organismos vivos se manifiesta mediante la presencia del Principio hologramático que actúa en ellos. Este principio dice así: en las partes está presente el todo y el todo está presente en las partes. Así, en cada célula, aún en la más sencilla, está presente toda la información genética del universo. Particularmente complejo es el ser humano. Existen mil millones de células nerviosas en la corteza cerebral y cerca de un trillón más en el resto del cuerpo. Sólo en una célula de un músculo humano interactúa un trillón de átomos. Más impresionante aún que éstos números es la funcionalidad de todos estos datos que operan con una lógica de inclusión e inter-retro-relación, pasando del orden al desorden y a la interacción para la creación de un nuevo orden, de forma que todo ese proceso constituye, en realidad, una totalidad orgánica.
Para llegar a comprender la complejidad, se han formulado las teorías de la cibernética y la teoría de sistemas. Mediante ellas se intenta captar la interdependencia de todos los elementos, su funcionalidad global, haciendo que el Todo sea más que la suma de las partes y que en las partes se concretice el Todo: el holograma. Esta manera de conocer busca superar los límites del paradigma científico moderno, basado en la física de los cuerpos inertes.
Despleguemos, brevemente, los distintos sistemas lógicos, para que podamos ubicarnos intelectualmente. Si se entiende que no sólo existe el Principio de identidad ya se ha ganado la mitad de la batalla.
Para pensar la complejidad es preciso dejar atrás la Lógica de identidad que es el vector más importante de la construcción de la civilización occidental. Esta lógica de la identidad estudia la cosa en sí misma, sin tener en consideración el juego de relaciones que la rodea. Es lineal y simple. Subyace a todos los sistemas autoritarios y de dominación, puesto que tiende a encuadrar a todos los que no son ella en su esquema y en su ámbito de influencia. Ha sido la lógica que ha regido las sociedades patriarcales, monoteístas que, a su vez, han producido el colonialismo y patrocinan el actual desarrollismo.
Existe también la Lógica de la diferencia. Esta reconoce la no identidad; es decir, la alteridad, el derecho a existir del otro, su autonomía y singularidad. Esta lógica es la condición indispensable de cualquier diálogo personal e intercultural, de cualquier sistema político que apunte hacia la participación y la inclusión de los diferentes. Es la lógica de los sistemas democráticos y, entre nosotros, se la ha empleado a fondo con la Ley de Participación Popular.
Es conocida, así mismo, la así llamada Lógica dialéctica. Ella intenta confrontar la identidad con la diferencia, incluyéndolas en un proceso dinámico en el que la identidad aparece como una tesis y la diferencia como una antítesis, de las que resulta la síntesis que las incluye a un nivel más alto, pero borrando sus identidades de origen; ese es el problema de este sistema lógico, a juicio mío. Su gran mérito, sin embargo, en la Edad moderna, ha sido recordar que la contradicción forma parte de la realidad; pero su demérito ha estribado en hacer desaparecer la contradicción en una abstracción: la así llamada Aufhebung.
En cuarto lugar viene el sistema lógico más antiguo y más reciente al mismo tiempo: la Lógica de la complementariedad y la reciprocidad. Por un lado, es la lógica de los “amerindios subdesarrollados y atrasados” que el Desarrollismo quiere sacársela, metiéndoles la lógica de identidad: para ser bolivianos hay que dejar de ser amerindios; no se puede ser las dos cosas al mismo tiempo. Por otro lado, es la lógica que han elaborado los físicos cuánticos de la escuela de Copenhague, Bohr y Heisenberg, cuando se dieron cuenta de la extrema complejidad del mundo subatómico.
En ella aparecen articuladas, formando un campo de fuerzas, materia y antimateria, partícula y onda, materia y energía, carga positiva y carga negativa de las partículas elementales. Más que ver las oposiciones, como la lógica dialéctica, importa ver las complementariedades, en la formación de campos de relaciones cada vez más dinámicos, complejos y unificados.
Esta lógica funciona sobre todo en aquellas culturas que valoran las diferencias, las oposiciones y acogen contribuciones de donde quiera que vengan. Gracias a esta lógica se podrán establecer en el futuro relaciones creativas entre los sexos, las razas, las ideologías, las religiones y respecto de la naturaleza, se valorarán los distintos ecosistemas del mundo como complementarios. Es la lógica de la simbiosis.
Finalmente, también se conoce la Lógica dialógica o pericorética, por medio de la cual se busca la comunicación en todas las direcciones y en todos los momentos. Implica la actitud más inclusiva posible y menos excluyente. La lógica del universo es dialógica en ese sentido, pues todo interactúa con todo en todos los puntos y en todas las circunstancias: esta circularidad fue expresada por los Padres griegos con el término pericoresis para explicar las relaciones trinitarias de la divinidad.
El pensamiento ecológico, basado en las ciencias de la Tierra, no puede ya basarse en la ciencia reduccionista. No puede aislar a los seres, organismos y fenómenos del conjunto de sus inter-retro-relaciones que son las que constituyen lo concreto. Por eso debemos distinguir sin separar. Conocer un ser es conocer su ecosistema y la trama de sus relaciones. Es importante que conozcamos la parte en el todo y el todo presente en las partes.
La lógica de la complejidad conoce la siguiente secuencia de movimiento: orden-desorden-interacción-organización-creación. Estas conexiones deben ser concebidas de adelante hacia atrás y de atrás a adelante. De ello resultan siempre totalidades orgánicas, ya sea en el campo de la micro y macro física (átomos, astros, galaxias) ya en el campo de la biología (campos morfogenéticos) ya en el campo humano (entidades eco-bio-socio-antropológicas, culturas, formas de organización social)
El sujeto que analiza no se sitúa al margen de esta realidad panrelacional. El es parte del proceso de la realidad y de su conocimiento reflejo. Los seres poseen su relativa autonomía, pero siempre en un contexto de implicación e interconexión. Por eso no existe el ideal moderno de la objetividad. El sujeto es parte del objeto y el objeto es una dimensión del sujeto. Esta lógica inclusiva de la complejidad impone un nuevo estilo de pensar y actuar: obliga a articular lo diverso en campos unificados que se pueden convertir en redes más complejas.
El nuevo paradigma unifica ambas perspectivas. Cuánticamente, cada proceso es indivisible, engloba todo el universo que se convierte en cómplice de su emerger. El universo y cada fenómeno son contemplados como el resultado de una cosmogénesis. Una de las características de la cosmogénesis es lo que Varela y Maturana han llamado la auto-poiesis; es decir, la fuerza de auto-organización presente en el universo y en cada átomo. Ambos poseen una interioridad a partir de la cual las formas de organización y auto-manifestación cobran cuerpo. Hasta un simple átomo posee un quantum de espontaneidad en su auto-organización.
La categoría de auto-organización es fundamental para entender la vida. La vida es un juego de relaciones e interrelacciones que se auto-organiza, permitiendo que la sintropía (economía de energía) gane a la entropía (desgaste de energía).
Así, pues, la división entre seres bióticos y abióticos, vivos e inertes, obedece a otra concepción de la realidad, válida para sistemas cerrados de seres aparentemente consistentes y permanentes.
1.6.2. Madre Tierra desde el paradigma amerindio
Bien, ahora desearía mostrar cómo se dice Animismo en los Andes actuales. Para ello voy a condensar el trabajo, sobre todo, de Eduardo Grillo, Grimaldo Renfijo, Jan van Kessel y Dionisio Condori [2].
Crianza
En los Andes es común escuchar decir a los criadores de alpacas que «Así como nosotros criamos a las alpacas, ellas nos crían a nosotros». Lo mismo sucede en relación con las plantas. Apreciemos el relato de don Mauricio Alvarez, de Paucartambo: «La planta de nabo es una madre que nos cría durante los meses de carencia. Junto con el «arac papa» son los únicos que mantienen y satisfacen el hambre de los hombres. Durante la fiesta de la Virgen Purificación, que es la Mamacha Nabo, ella se retira bailando y cantando una canción muy triste, diciéndoles a los otros cultivos que su misión está ya cumplida; que ya salvó el hambre de todos los hombres del ayllu, que ahora les toca a ellos cuidarlos. Por eso, a partir de ese día el nabo empieza a desaparecer porque ya existen otros productos que nos alimentarán. Con las primeras cosechas tenemos comida nueva. Cuando ya está cerca la fiesta de carnavales todos hacen chaco de todos los productos nuevos de la chacra; con fiesta les recibimos, besando a los nuevos frutos, con cariño agradecemos a la Pachamama por la comida que nos brinda».
Así, pues, moramos en un mundo vivo y vivificante. Todo cuanto aquí existe es vivo: los hombres, los animales, las plantas, los suelos, las aguas, los vientos, los cerros, los valles y todo lo demás. Vivimos en un mundo sensitivo y emotivo. Aquí se vivencia la equivalencia de lo diverso, porque aquí el mosquito, el sapo, la helada, el granizo, el zorro, el hombre, el cerro, el río, las estrellas…somos imprescindibles en la delicada crianza de nuestra armonía, porque sólo nuestra exuberante diversidad sabe criar la armonía que aquí y ahora conviene.
El mundo andino es un mundo de crianza en el que cada quien halla el deleite de su vida al criar y al dejarse criar. Un mundo de simbiosis en el que la vida de cada uno facilita la vida de todos; en el que no hay lugar para la abstracción ni para la separación y oposición de sujeto y objeto y de fines y medios; no hay aquí un mundo «en sí» que se diferencie de nosotros, como en occidente se distingue al todo de las partes o al continente del contenido o al hombre de la naturaleza, y del cual se pudiera hablar en tercera persona: «el mundo es tal o cual cosa». No, aquí el mundo somos nosotros mismos. No somos un mundo de conocimiento porque no queremos transformar al mundo sino que lo amamos tal como es.
La crianza es la vivencia de cada quien en la afirmación incondicional del mundo vivo y del amor a lo viviente. La crianza es la forma de facilitar el flujo de la vida en un mundo vivo. Amamos al mundo vivo tal cual es, tal cual se nos presenta en cada momento. La crianza, tanto para quien cría como para quien es criado, es la forma de facilitar la vida, es la forma de participar a plenitud en la fiesta de la vida. Al ser todos una familia en permanente crianza, no hay el concepto de soledad y orfandad sino el de amparo.
En la crianza los que crían se enriquecen entre sí, pues aquel que es criado es amparado por el que le cría. No hay jerarquía entre criador y criado. Las papas y los maíces que se crían en una chacra crecen junto con las otras plantas denominadas rastrojos o «malas hierbas» que los campesinos extraen selectivamente y tienen para ellos utilidades diversas. Los cultivares crecen en la chacra en convivencia y asociación con lo «silvestre». La crianza andina no separa lo cultivado de lo silvestre, pues toda forma de vida es expresión de crianza. Así es común encontrar en las chacras el «atoq papa«, la papa del zorro, considerada una forma silvestre de papa.
Simbiosis.
El mundo andino es un mundo sumamente diverso en cuanto a especies biológicas, ecologías, climas, geología, geografía. Es un mundo dándose, en el que la armonía no está dada sino que ella es criada en cada momento con la participación diligente de todos.
En este mundo de simbiosis cada quien sabe que es incompleto y que necesita de todos para vivir, para ser quien es. La plenitud se vivencia al armonizarse, al sintonizarse con todos a través de la conversación y conversar es compartir el ritmo, es compartir un sentimiento. La incompletud de cada quien busca la simbiosis, que es el amparo y la reciprocidad.
Este sentimiento de pertenencia al mundo, que criamos y que nos cría, es la vivencia de lo comunitario, un mundo de amparo, que no excluye a nada ni nadie. Cada quien, ya sea hombre, árbol, piedra, es tan importante como cualquier otro en la crianza cotidiana de la armonía. En el mundo andino, el Ayllu es la familia que no se limita al linaje sanguíneo sino que abarca a toda la comunidad humana, así como también a la comunidad natural, Sallqa, y a la comunidad de los ancestros convertidos en divinidades, Waka, que comparten con nosotros la vida en la localidad.
La crianza de la armonía ocurre por la conversación, la reciprocidad, la danza entre todas las formas de vida existentes para que ninguna quede excluida de la fiesta de la vida en un mundo enteramente vivo. Justamente es en esta fiesta jubilosa y cotidiana del mundo vivo en donde se va criando la armonía, al ir logrando la complementariedad entre todos, al comprobar que la vida de cada quien sólo es posible por la presencia y colaboración de todos los otros. A esta comunidad de cariño de humanos, naturaleza y deidades, se denomina Ayllu.
Conversación
El mundo andino es un mundo inmanente; no se proyecta al exterior y no existe algo que desde fuera actúe sobre él. Todo cuanto ocurre, ocurre dentro de un mundo animal: animado. Aquí no existe lo sobrenatural, ni el más allá, ni lo trascendente. Este es el mundo de la sensibilidad en el que nada escapa a la percepción ni a la emoción. Todo cuanto existe es patente, es evidente. Cada quien es altamente perceptivo y emotivo. Aquí se vive en el mundo de la inmediatez, en el ámbito de la percepción y la emoción. Aquí no existe la intermediación de los razonamientos, ni de las teorías, ni de los modelos.
La sabiduría de cada quien es su capacidad de percepción y de emoción aunada a su capacidad de conversación. Conversar es sintonizarse. Conversar es latir al mismo ritmo, es lograr la empatía mutua. Pero no a todos nos es accesible lo mismo por la percepción y la emoción. Cada quien, según su propia índole, percibe y se conmueve diferentemente. Esto se corresponde con la característica de la incompletud que es propia de todos los seres del mundo vivo andino. Es claro, entonces, que en el mundo andino cada quien tiene su propia sabiduría que se corresponde con su capacidad de percepción y emoción así como con su propia vivencia, con su experiencia de vida.
Es así que el sapo, por su modo de ser, sabe asuntos del clima andino que el hombre, por su propio modo de ser, no alcanza a saber. Pero si el hombre conversa con los sapos puede enriquecerse con la sabiduría de ellos y, viceversa, los sapos que conversan con los hombres se enriquecen en su propio saber.
Vemos, pues, que la conversación nos permite acceder a la sabiduría de los demás a pesar de no compartir con ellos determinadas capacidades de percepción y emoción. La conversación no se limita al diálogo, al fluir de las palabras, sino que compromete toda nuestra capacidad de sintonizarnos, de latir al mismo ritmo de aquel con quien conversamos.
Ahora bien, entre los hombres existen algunos con aptitudes extraordinarias para la sabiduría. Su gran capacidad de percepción y emoción hace que no solamente en ellos estén muy sensibilizados los cinco sentidos de la percepción humana corriente sino que, conforme van avanzando en su formación, les van apareciendo otros sentidos más. Asimismo, se va acrecentando su capacidad de conversar y de criar. Por esta vía adquieren una inmensa sabiduría y una gran capacidad personal para criar la armonía dentro de ellos y transmitirla a quienes la necesiten, restableciéndoles la armonía perdida y devolviéndoles a la plenitud de la vida.
Esta conversación requiere ser criada, estimulada para que la vida se recree. Un requisito en esta crianza es que todos estemos en disposición para escuchar en cada circunstancia y de modo permanente al «habla», la seña de cada quien; como la vida andina no repite un arquetipo sino que es caprichosa, se requiere que todos estén atentos a las señales, muchas veces imprevistas, que emanan de los demás y que no repite un formato preestablecido.
Cada quien en cada momento está diciendo algo y hay que conversar con esa seña que algo nos indica y nos dice, al tiempo que nos invita a darle una respuesta. El color, el sabor y el olor del viento en un atardecer nos está diciendo y alertando sobre el clima presente y el que posiblemente vendrá luego. Las coloraciones de la piel de los sapos, también nos dicen sobre el clima presente y el que posiblemente luego vendrá. Los gestos de un runa, el llanto de una wawa, los celajes o la forma de aullar de los zorros, también nos dicen algo de la vida presente y la que luego vendrá. Para que la regeneración fluya hay que conversar a cada momento con todos y de todo; hay que seguir lo que nos dicen, avisan, como ellos también siguen lo que les decimos.
Si cada quien escucha y conversa, sigue lo que las señales en esa circunstancia dicen, la vida continua su curso regenerativo; si no se está alerta a la conversación se torna un monólogo y no fluye, se interrumpe, produciéndose atascamientos, embalses, acumulaciones, interrupciones, que dificultan e impiden la regeneración de la vida. Estos conflictos producen entrampamientos que requieren de Tinkus para disolverlos de modo que la vida vuelva a fluir.
Los sentidos comunes se amplían en el ritual, la persona que participa ve más. Los momentos profundos y densos de la organización de la Pacha se expresan en la intimidad de las ceremonias. En estos momentos uno puede y llega a conocer y vivir a plenitud la vida de los demás miembros de la Pacha, a intimar con la naturaleza, a ser «mismo animal».
La conversación es así una actitud, un modo de ser solidario con la vida, un saber escuchar y un saber decir las cosas en el momento adecuado. La simbiosis que es vida en común es la forma en que florece la conversación entre las diversas formas de vida, siendo el Ayni la manera que se aprecia la simbiosis.
Ayllu
Nuestra comunidad no es algo en sí, no es una institución, no es algo dado, establecido. Nuestra comunidad es nuestro modo de acomodarnos entre nosotros colectivamente según conviene a cada momento de la continua conversación que sostenemos con las circunstancias de la vida para seguir viviendo y engendrando. Esta es nuestra forma de vida. Nuestra comunidad no es simplemente un ámbito humano sino que ella somos todos quienes vivimos juntos en una localidad: hombres, plantas, animales, ríos, cerros, estrellas, luna, sol… Nuestro Ayllu, nuestra familia, no somos sólo las gentes de nuestro linaje sanguíneo sino que somos el íntegro de la comunidad humana de la localidad, runas, así como también nuestra comunidad natural, sallqa, y nuestra comunidad de los sustentadores de la vida, waka, con quienes compartimos la vida en nuestra localidad, pacha, al compás telúrico-sideral anual, wata.
El Ayllu, en ese sentido, no es sólo la comunidad de parientes humanos. Los andinos llaman abuelos a los cerros y madre a la tierra. Los maíces son considerados nuestros hijos y el agua de ciertos manantiales es considerado como nuestro yerno. Además, los maíces tienen su madre: la Saramama; las papas, su Papamama; los ríos su Yacumama y el pacha su Pachamama. Los campesinos consideran al maíz y frijol como hermanos porque crecen sin pegarse. Y en otros casos dicen que la papa y la quinua son familia porque no les afectan las plagas.
El Ayllu no tiene linderos físicos fijos. En cierta circunstancia mi ayllu es mi comunidad. Pero cuando se está en la comunidad puedo decir que pertenezco al ayllu de mi apellido paterno, o al de mi Apu, montaña, de referencia, o al sector en que vivo. En otro contexto, por ejemplo si estoy en la capital de la provincia, y si se me pregunta por mi ayllu, puedo responder aludiendo al nombre de mi distrito al que pertenece mi comunidad y con cuyos Apus me siento familiarizado y así mi Ayllu puede ser también mi provincia; siempre se está en el Ayllu.
Esta ausencia de linderos es también extensiva a cada una de las formas de vida del Ayllu, sea ésta runa, waka o sallqa. En cada runa habita la forma de vida waka y sallqa, como en cada Apu habitan las formas sallqa y runa. Esto muestra cómo es que en ciertas ceremonias los runas se visten de maíces o cóndores. Para los comuneros que la vivencian no es que Juan Condori esté representando al cóndor o al maíz. En ese momento es el mismo cóndor, el mismo maíz. La representación aparece en Occidente cuando el hombre se desafilia de la naturaleza y de las deidades, de modo que su relación con una planta o un animal no es directa sino mediada por la representación simbólica que tienen de éstas. En este caso, en el hombre no anida la naturaleza. Esta ha sido expulsada y su relación con ella es de sujeto observador a objeto observado.
Nosotros hallamos el pleno deleite de nuestras vidas al contribuir a criar a nuestro Ayllu y al dejarnos criar por nuestro Ayllu. Vivimos en simbiosis, es decir, facilitando la vida de nuestros hermanos comuneros y dejando que ellos faciliten nuestra vida. Nuestra manera de vivir criándonos resulta agradable tanto a quienes estamos creando como a quienes estamos siendo criados, situación ésta que se revierte a cada momento. Esta es nuestra manera de participar a plenitud en la fiesta cotidiana de nuestra vida. Esta es nuestra actitud de vida. Aquí sabemos gozar de todo un poco sin aferrarnos, que es lastimar.
Esta exaltación de la sensibilidad nos abre al goce de placeres muy diversificados. El sentimiento comunal consiste en la convicción de que únicamente la pertenencia a la comunidad hace que seamos lo que somos, que sintamos los que sentimos, que gocemos lo que gozamos. En un mundo así no existe la soledad. Aquí todos nos conocemos, todos nos acompañamos, todos nos estamos viendo siempre. Aquí la vida sólo es posible en la simbiosis de la comunidad. De ahí el sentimiento de incompletud de cada quien porque bien sabemos que nuestra vida sólo es posible dentro de este hervidero de vida que es el mundo comunitario andino
Mundo vivo
«Nuestros antiguos decían que la piedra tiene vida, que crece. Y sí, es cierto. Hará unos 5 ó 6 años, mi padre se había encontrado una piedra y todos le dijimos que la vuelva a enterrar donde estaba. Después de un tiempo la volvimos a sacar y ya estaba más grande. Tiempo más tarde la volvimos a desenterrar y la pusimos en otro lugar; ya no creció más. Si encontramos una culebra y cogemos una piedra para matarla, es dificil; a veces ni la alcanzamos. Por eso dicen que las piedras son su familia de las culebras y de las lagartijas» Testimonio de C. Olivares y J. Huaman.
Las frases pronunciadas por los campesinos cajamarquinos Olivares y Human, desde una perspectiva occidental, se explican como metáforas; pues, objetivamente, no es posible aceptar que una piedra pueda crecer; eso es un atributo de lo vivo. Lo que ocurre -se argumenta- es que los campesinos confieren a las cosas adjetivos que corresponden a otros seres, produciéndose una transferencia de significados, pues, en la metáfora, se pasa a un sentido nuevo, sin abandonar totalmente el antiguo y el que la usa tiene conciencia de la duplicidad de su significado.
Así, pues, transferencia de significados y conciencia de duplicidad ocurren cuando para el que utiliza una frase con un significado diferente al sancionado en el diccionario, la cosa nombrada tiene una esencia única que, objetivamente, excluye cualquier otra definición que no sea en el hablar metafórico. Sin embargo, para el que vive el mundo «tal como es», no existe tal transferencia de significados, pues estas frases hacen parte del lenguaje ordinario y expresan vivencias corrientes que lo colocan en similar plano de equivalencia con la naturaleza.
Desde el punto de vista «objetivo», una lagartija no puede participar de los atributos de una piedra, a no ser en un sentido figurado; pues la piedra pertenece al reino de lo inerte, mientras una lagartija pertenece, en occidente, al reino de los seres vivos. Nos hallamos así frente a dos maneras de vincularse con el medio ambiente.
En la modernidad, prima una racionalidad construida sobre el principio de identidad, por el que la existencia se corresponde con una esencia que expresa la naturaleza del ser. Una rosa no puede ser al mismo tiempo y en la misma circunstancia un zorro, pues son seres que participan de esencias diferentes. Esta racionalidad impide percibir otras formas que puedan anidar en cada ser, pues ex ante existe ya una intuición unidimensional de la cosa que excluye otras posibilidades. La definición se convierte así en la expresión que muestra de modo unívoco, objetivo y sin lugar a dudas, las características del objeto mentado.
En el mundo andino las definiciones son contextuales. La palabra tiene significados varios dependiendo de la circunstancia en que se enuncia. Y esto es así porque las cosas del mundo, para él, participan de los atributos de otras formas. Además, su campo perceptivo se halla bastante más abierto al de un individuo que se guía sólo por la razón, pues no sólo la mente sino los sentidos son los que informan al cuerpo de lo que acontece en el mundo, estableciendo antre ambos una relación de inmediatez, de intimidad y de simbiosis que caracteriza a la vivencia y que no da lugar a una relación objetiva de sujeto a objeto
El mundo andino es, como dice Rodolfo Kusch, un mundo animal. Es como nosotros mismos. Necesita alimentarse y descansar. Es altamente sensitivo, mudable según las circunstancias, susceptible de ser presa de sus propias preferencias, de sus deseos, de sus apetitos, de sus pasiones, de sus alegrías, de sus tristezas y sus cóleras y, desde luego, de su sensualidad. Al igual que cualquier animal es misterioso, impredecible y hasta caprichoso. El pueblo andino, que vive un mundo con este temperamento, sabe a lo que se atiene y por eso trata con toda naturalidad, familiaridad y soltura a lo inesperado, a lo insólito, a lo contradictorio, sin repugnancia ni aprensión alguna.
Así, pues, la helada, el granizo, la sequía, las inundaciones, la exagerada abundancia de insectos u hongos ocurren, en los Andes, estrechamente vinculados a la armonía de nuestro mundo. Su presencia severa revela una alteración de la armonía más conveniente en nuestro mundo vivo animal. Son un aviso oportuno si es que queremos recuperar la armonía perdida. Nosotros siempre estamos necesariamente implicados en la alteración de la armonía de nuestro mundo. Porque la armonía no está dada sino que hay que criarla cada día. Si nos descuidamos, si somos haraganes en su crianza, ocurre la alteración. Por eso es que les agradecemos su gentileza de advertirnos y tratamos de estar más atentos a las circunstancias de la vida para criar con diligencia. Aquí en los Andes todo se puede remediar, nada es definitivo, nada es fatal.
Como todo animal, como todo organismo vivo, el Pacha tiene sus momentos de contracción y otros de expansión; de relajamiento y de tensión; de sístoles y de diástoles. Nada hay estático, pues todo está en continuo cambio regenerativo.
Equivalencia
Pablo Macera le preguntó a don Jesús Urbano, artesano y caminante ayacuchano ¿quienes son los hijos de la Pachamama? Este le respondió: «Todos, todos son hijos. Yo mismo soy hijo de mis padres, que en paz descansen, pero también soy hijo de la Pachamama (…) Ahora, igualito que con los runa, hay hijos que cría el Orcco, el varón y hay hijos que cría la Pachamama, la hembra, las hermanas…».
Cuando alguien pronuncia una frase así, se argumenta que está personificando a la Pachamama, haciendo una analogía por considerar a ésta como poseedora de similares atributos que su madre biológica. En Occidente la equivalencia es un atributo de especies similares. Así una planta que pertenece a una familia botánica participa de similares carácterísticas que sus congéneres. Lo mismo se puede decir de la especie humana. Todos los hombres, aunque distintos unos de otros, participan de similares atributos existiendo algo, una esencia, una naturaleza común, que los define como hombres y del que no participan los animales, las plantas y los rios. Cuando alguien dice entonces ser hijo de la madre tierra o hace poesía, ficción o se dice que usa la metáfora.
La tradición occidental no coloca al hombre en similar plano que la naturaleza. El hombre no hace parte de la naturaleza; es alguien distante y diferente a ella. Algunos consideran, desde una perspctiva evolucionista, que asumirse Cóndor y tener una actitud crítica frente al mundo, no son sino expresiones que revelan estadios diferentes de un mismo proceso de evolución de la conciencia. Llaman mentalidad mágica a aquella en la cual el hombre se halla atado a la naturaleza por una suerte de cordón umbilical, por oposición a la mentalidad consciente que es capaz de abstraer; es decir, de separarse intelectualmente de la naturaleza. Sobre esta base argumental se separa prehistoria de historia en la medida que, en la historia, el proceso de cambio es dirigido por el hombre que en uso de su libertad se libera de las ataduras naturales.
Lo que expresa don Jesús Urbano es, sin embargo, su mundo andino de siempre. Ciertamente don Jesús no vive el mundo de sus abuelos. Su frase entonces no reproduce la vivencia de sus ancestros, sino que la recrea a su propio contexto sin que por ello su ligazón con la naturaleza se haya extraviado. Recrear es sintonizarse con la circunstancia que uno vivencia, pues en un mundo cíclico e impredecible no hay lugar para repeticiones arquetípicas.
De otro lado el lenguaje de don Jesús no es un habla desapegada del mundo; no está tomando distancia de la naturaleza para hablar de ella. El lenguaje para el andino es una narración circunstancial y no una representación conceptual de las cosas. Su discurso es una habla en que la naturaleza también se manifiesta; es una conversación colectiva. No está hablando para los demás. Su habla muestra la equivalencia de la naturaleza respecto del hombre. Dice que el Orcco, cerro deidad, se comporta de modo equivalente al de la comunidad humana. La equivalencia no va, pues, en un solo sentido: del runa al Orcco; sino de la naturaleza, de la deidad, hacia los miembros de la comunidad humana. El cóndor y el runa, en este sentido, participan de similares atributos; son equivalentes.
Este es un rasgo notablemente diferente al de la cosmología occidental moderna. El hombre moderno no dialoga con la naturaleza, se impone sobre ella.
En los Andes, una forma de vida -sea un maíz, un runa o una alpaca- tiene en su ciclo de vida una diversidad de modos de ser, desde que es semilla hasta la adultez. Estos modos de ser no son apreciados como etapas cancelatorias por las cuales la etapa que sigue en el tiempo es mejor y superior respecto de la anterior. Cada modo de ser es visto como otra forma de vida equivalente respecto de las otras. No existe la noción de cancelación y exclusión de una forma de vida por ser considerada inferior o no adapatada a las nuevas condiciones.
Una forma de vida que brota al mundo es vivenciada como la expresión y sentimiento participativo de todas las formas de vida: humana, natural, divina. Los seres vivos son expresión de una dinámica regenerativa, por la que las variedades y especies no sólo dan lugar a descendencias específicas, sino a formas diferentes, de suerrte que una misma especie encierra la posibilidad y potencialidad de contener, a su vez, especies y variedades de formas de vida nuevas.
En la dinámica regenerativa, las nuevas especies emergentes no desplazan a las otras, sino que dialogan, se sintonizan con las antiguas reacomodándose de modo que logran armonizarse en cada circunstancia permitiendo que la vida fluya y se amplíe. Este no es un proceso mecánico y sin conflictos, sino de diálogos y arreglos mediante el tinkuy.
Esta equivalencia en los Andes es tal que llega a la intimidad y simbiosis de las formas de vida entre sí. Esto quiere decir que entre los miembros de la comunidad humana, la comunidad de las deidades y la comunidad de la naturaleza, no existen límites demarcatorios de identidad tal que impidan que uno sea hombre y deidad al mismo tiempo. En ciertas ocasiones, particularmente en las fiestas, las autoridades humanas también son deidades. Y no es que estén representando a la deidad, sino que la «forma-deidad», que anida en el runa, se expresa, se actualiza, en la circunstancia de la fiesta. Lo mismo sucede en las fiestas agrícolas cuando los runas se visten de maíces: la «forma-maíz», que también anida en el runa, se expresa, se actualiza, en la circunstancia de la fiesta agrícola. Así, pues, sólo en este marco de pensamiento es posible entender el casamiento ritual de una joven con el agua que la comunidad trae de otro lugar en los festivales de propiciamiento de lluvias. En esta circunstancia en la «persona agua» aflora la «forma runa» contenida en ella.
Así, pues, la vida de las comunidades humanas se sintonizan con las de las otras comunidades de vida; siguen sus señales. De ahí que los campesinos digan: «nuestras costumbres son la costumbre de la naturaleza».
Agrocentrismo
«Aquí, estos animalitos que ves, no son míos; parecen míos, pero no son. Yo sólo soy pastor; mama Maxi también es pastora nomás; cuidantes nomás somos. Primero de nuestro dios, después de nuestros Apus, de ellos son. Pastores nomás somos » dice don Indalecio Pomasoncco.
El agrocentrismo hace referencia a la agricultura como el centro articulador de las relaciones del runa con la naturaleza. En efecto, las prácticas andinas están referidas a la actividad agrícola. Lo mismo se puede decir de las artesanías, del lenguaje y de la vida ceremonial. Los rituales andinos son ceremonias de profundo contendido agrocéntrico.
La naturaleza, en los Andes, es diversa y abundante. Observando las pinturas rupetres de los chacos: la caza y recolección andinos, resalta no sólo la abundancia de formas de vida, sino el diálogo ritual entre comunidad humana y naturaleza en el que la comunidad humana cría a la naturaleza al tiempo que la naturaleza: llamas, alpacas, peces, árboles, es criada mediante una saca selectiva por la comunidad humana. La comunidad humana aparece así como un miembro más de la naturaleza y no como una entidad aparte.
No se aprecia, en los Andes, lo natural como algo en lo que no esté implicado el hombre mismo. Lo que llamamos sallqa, lo silvestre, es decir, donde moran los animales, la vegetación, donde brotan las aguas, aquel espacio que podemos llamar «naturaleza» es considerado, en la visión andina, como la chacra de los Apus o cerros deidades, chacra que la comunidad humana ayuda a pastar, a criar.
En este sentido, la chacra agrícola no viene a ser sino una modalidad de criar la diversidad natural; una especie de acompañamiento humano a la crianza que hacen los Apus o deidades tutelares de la naturaleza. La agricultura, en un contexto así, no resulta una invención humana, sino la continuidad de lo que hacen los Apus y otras formas de vida. En la chacra de los runas, la comunidad humana solicita a los Apus y a la Pachamama, criar parte de sus suelos, transformándolos en suelos criados. Lo mismo sucede con el agua. En la chacra aparece el riego que es una forma de crianza humana del agua. Parte de las plantas de la naturaleza se crían en la chacra surgiendo las plantas criadas.
De igual modo algunos animales de la sallqa son criados en la chacra surgiendo las crianzas animales. Como hemos dicho, la comunidad humana también es criada, brotando así los pueblos con sus costumbres particulares que «son las costumbres de la naturaleza». Así, pues, parte del paisaje natural se recrea en un paisaje chacarero que dialoga con el paisaje natural y no lo reemplaza. En el Occidente moderno la agro-industria ha reemplazado a la naturaleza, reduciéndola en la práctica a unos cuantos relictos.
La comunidad humana andina es una comunidad chacarera y al hacer chacra «sigue» los que los Apus hacen. En este sentido, la agricultura es el quehacer de todos y no una actividad exclusivamente humana. Los zorros, que son miembros de la sallqa, también tienen sus chacras de ocas que se llaman en quechua «atoq oca«. Las vicuñas, asi como las perdices y las alpacas son consideradas chacra de los Apus. Estamos, pues, ante una visión del mundo en que todas las formas de vida crían chacra.
Hay que decir, además, que la chacra de las comunidades humanas no se reduce a la chacra agrícola. Los campesinos dicen: «La llama es mi chacra», «chacra de sal», «chacra de oro», «chacra de totora», «chacra de sachas», etc. La noción de chacra, en los Andes, parece referirse a todo escenario de crianza por el que las diversas formas de vida conversan para contribuir a la regeneración de todas las formas de vida.
- Columna del centro
Esta es la columna más difícil de entender desde el viejo paradigma, basado en la no contradicción. El error es lo contradictorio: el enfoque griego clásico; la realidad es contradictoria: el enfoque cuántico de la ciencia actual.
1.7. Integral, Sistemas de vida, Complementariedad
La columna del centro es la que integra las dos columnas: la derecha y la izquierda que son antagónicas y contradictorias entre sí y que, según la lógica del viejo paradigma, deberían excluirse mutuamente. Tal, la actual crítica de todos los impugnadores de la Ley Marco de la Madre Tierra de Desarrollo integral para Vivir Bien. Es una Ley contradictoria. Y bien, lo es; pero ello, justamente, la hace interesante y de futuro. Los bolivianos occidentales, de tradición judeocristiana, tanto monta si creyentes como si no, debemos ir aprendiendo a pensar lo contradictorio. Los amerindios son contradictorios por diseño conceptual. Si no hay contradicción, que implica polaridad antagónica, no puede haber complementariedad.
Veamos los grandes conceptos en juego contenidos en la columna del centro
1.7.1. Unidad y Paridad: Ch´ulla y Yanantin
La vía más corta para entender la diferencia entre Occidente y la Indianidad es ir directamente al software que utilizan ambas civilizaciones. Si se pudiera simplificar aún más las cosas, diría que la Palabra Unidad caracteriza a Occidente y Paridad a la Indianidad
Occidente y la Indianidad se diferencian entre sí, porque Occidente apuesta por el Uno: la unidad: lo homogéneo, lo impar y la Indianidad por el Par: la Paridad: la heterogeneidad. De lado semita: un solo Dios: el monoteísmo; de lado griego, la monarquía: todo el poder al Uno. De lado indígena: el par, la pareja: Jaqi
Unidad, desde el punto de vista indígena, es lo impar y se dice en quechua Ch´ulla. Paridad se dice en quechua Yanantin que significa dos energías antagónicas complementarias. Ahora bien, el mundo acaece en par. Par no es igual a uno más uno: 1 + 1; eso nos llevaría al Dualismo que es la forma cómo el monoteísmo profundiza la separación, dando lugar al Maniqueísmo: el Imperio del Bien lucha contra el imperio del Mal y sólo uno debe prevalecer: la historia de Occidente.
Software lógico
Estas dos maneras antagónicas de procesar la información se han formalizado en dos sistemas lógicos también antagónicos. De lado occidental, en los Principios de Identidad, No contradicción y Tercero excluido; por tanto, en un modelo de No relacionalidad. De lado amerindio, por el contrario, en los Principios de Relacionalidad, Correspondencia, Complementariedad y Reciprocidad; por tanto, lógicamente, en los principios de Complementariedad de opuestos y Tercero incluido
Vayamos al lado occidental
El Principio de Identidad
Este Principio se escribe A es A. Esta fórmula expresa muy bien la negativa de este modelo a reconocer la existencia de la otra energía, B, y que, además, es una energía diferente y antagónica. Sin embargo, no puede menos que aceptar que hay un Otro, pero se hace la ilusión de que ese Otro es idéntico a él mismo, A, pues sólo puede haber Uno y éste Uno, obviamente, es él y es universal.
El ejemplo máximo de esta manera de pensar es el monoteísmo patriarcal de la tradición abrahámica. Postula un Dios varón. Desconoce lo femenino, B, (la otra energía contradictoria). Ello, obviamente, no ha implicado, ¡Ni mucho menos!, que las mujeres desapareciesen de la faz de la tierra. Siguen existiendo, fácticamente, pero a la sombra: no existen simbólicamente. La debilidad de este Principio es que no expresa la realidad empírica tal como todo el mundo la experimenta y sin la cual la Vida no se reproduciría. A esta discontunidad, separación, respecto de la experiencia es a lo que se llama ideología.
Este es el principio lógico de las políticas coloniales de evangelización, extirpación de idolatrías, progreso y cooperación al desarrollo. Es decir, la pulsión de homogeneizar el mundo al modelo occidental: A = A. La pulsión actual por imponer un Pensamiento Único proviene de esta matriz lógica. La Globalización es la forma contemporánea de imponer, política y económicamente, a todo el mundo el Principio de Identidad aristotélico. La Indianinad y el Altermundismo son las formas de recordarle que no, que Otro mundo coexiste al lado suyo: los Andes o el Tercer Mundo de los No Alineados, del cual la Indianidad es el mejor exponente
El Principio de No Contradicción
Este Principio lógico dice que A no es no-A. Es decir, que A y B no pueden ser verdad al mismo tiempo y bajo el mismo punto de vista; porque, o bien A es verdad y entonces B es falso o, al revés, B es verdad y entonces A tiene que ser falso. Dicho de otro modo, si yo tengo la razón, entonces tú no la tienes. Si Occidente tiene la verdad, entonces la Indianidad no la tiene.
El Principio de Tercero Excluido
Este principio sostiene que no existe un tercer término, T, (“tercero incluido”) que sea, a la vez, A y no-A. Es decir, este Principio se deriva del anterior: una proposición es o bien verdadera o bien falsa y, por consiguiente, no existe una tercera posibilidad, es decir, tanto verdadera como falsa, ni verdadera ni falsa. Con otras palabras, si yo tengo la razón, entonces tú no puedes tener razón. Una tercera posibilidad (que tu y yo la tengamos al mismo tiempo: lo contradictorio, justamente) queda excluida. Este es el Principio de Tercero excluido que está en la base del racismo y la xenofobia: de la Exclusión, precisamente.
Así, pues, este es el software lógico de la postulación de la Unidad que, en teología, es el monoteísmo; en política, la monarquía: todo el poder al Uno; en economía, el intercambio; en sociología, el individualismo: en derecho, la propiedad privada, etcétera. Y que, fundamentalmente, parte de una comprensión estática de la realidad. Por tanto, un postulado y presupuesto falsos, porque el mundo no está quieto.
Lo que produce y reproduce este congelamiento del flujo de la Vida es la escritura: congela la voz en átomos verbales: morfemas, que son fijados en un soporte: papiro, papel… El flujo de la conversación, de la oralidad, es detenido en un instante que se hace eterno. No hay pues, monoteísmo sin escritura; no hay propiedad privada, sin escritura, no hay Estado (lo estático) sin escritura.
El Principio de No relacionalidad
Bien, estos son los principios lógicos que han modelado el alma de Occidente, hasta el día de hoy. Una racionalidad de exclusión, basada en una lógica binaria que valora sólo dos valores lógicos y elige uno contra el otro. Dicho de otro modo: el Monoteísmo necesita y reproduce un modelo de No relacionalidad y, por tanto, de unidireccionalidad: del sujeto al objeto. A esto se llama Gracia en teología católica.
Del lado de la Indianidad
El Principio de relacionalidad
Al revés, la Indianidad se basa en el principio de Relacionalidad: en el Principio era el Ayni. Este principio afirma que todo está relacionado, vinculado, conectado con todo. Por consiguiente, la entidad básica es la relación; no el ente, como en la metafísica occidental. Ahora bien, el Principio de Relacionalidad no tiene nada que ver con el Monismo neoplatónico. La relacionalidad universal no es el resultado de una emanación a partir de un solo ente, principio o substancia. El todo de la relacionalidad amerindia es un todo explícito y concreto.
En Occidente, lo concreto es un producto secundario de lo abstracto y universal, que tiene la primacía. En los Andes, lo concreto tiene la primacía y es la epifanía de la realidad entendida como una red. Por ello, para un amerindio, un ente totalmente separado y aislado, como el Dios monoteísta, es sencillamente inimaginable; sería el máximo grado de abstracción; es decir, un no-ente.
El Principio de relacionalidad no es sólo lógico, sino que implica variables afectivas, ecológicas, éticas, estéticas y productivas. La relacionalidad deriva de la experiencia de saberse parte de la totalidad; proviene de una convivencia holista con el cosmos. Ahora bien, el Principio de relacionalidad tampoco es de naturaleza causal. La causalidad es un modo más de relacionalidad; pero he aquí que la mayoría de los tipos de relacionalidad indígena son, más bien, de índole no causal: correspondencia, reciprocidad, polaridad, proporcionalidad.
El Principio de Correspondencia
Este principio afirma que los distintos aspectos, regiones o componentes de la realidad se corresponden: co-responden, contestan la pro-vocación de su opuesto de una manera armoniosa; relación que implica, por consiguiente, bidireccionalidad mutua. Para el pensamiento amerindio, los nexos relacionales son, básicamente, de índole cualitativa, simbólica, celebrativa, ritual: afectiva, sin que ello excluya lo intelectual, pero, ciertamente, no tiene la primacía que sí tiene en Occidente.
Por consiguiente, Correspondencia no es lo mismo que equivalencia o identidad. El pensamiento occidental clásico concibe la relacionalidad de la realidad como un rasgo secundario de la sustancialidad, mediante categorías de semejanza, adecuación, identidad y diferencia. El pensamiento amerindio no postula una substancia abstracta, absoluta, para desde allí colegir lógicamente todo lo demás; postula que la realidad es una red de relaciones.
Para el pensamiento amerindio hay una correspondencia entre macrocosmos y microcosmos; entre el ayllu de los jaq´i, el ayllu de la sallqa y el ayllu de los wak´as; entre la fabricación de la chicha y el fluido de los líquidos por el cosmos; entre la casa y el universo; entre lo humano y lo orgánico. Entre estas polaridades hay bidireccionalidad: hay toma y daca: hay reciprocidad.
El Principio de Complementariedad
Este principio afirma que ningún ente, acción o acontecimiento existe aislado, solitario, por sí mismo. Por el contrario, todo ente coexiste con su complementario; ambos hacen la plenitud. Ahora bien, el Principio de Complementariedad no es algo Objetivo en el sentido newtoniano y escolástico: “entes existentes en y por sí mismos”. El pensamiento occidental clásico tiende a identificar lo particular con lo completo: pars pro toto. El pensamiento amerindio insiste en el significado literal: se trata de una “parte”, necesaria y complementaria, que se integra junto con otra “parte” en una entidad completa, es decir, complementada.
El Principio de Reciprocidad
El Principio de Reciprocidad brota de la búsqueda de un equilibrio contradictorio entre las fuerzas antagónicas de homogeneización y heterogeneización, de inclusión y exclusión, de alianza y hostilidad, de amor y odio.
Estos principios cosmológicos se pueden decir, desde el punto de vista lógico, de la siguiente manera:
Principio de complementariedad de opuestos:
A y B son opuestos, pero se complementan en una relación contradictoria que los completa al modo como jaqi integra a chacha y warmi que son opuestos. Dicho cuánticamente, la materia-energía es continua y discontinua a la vez: la energía es emitida y absorbida a pequeños trozos, quanta, y saltos (Constante de Plank); un fotón es, simultáneamente, onda (Thomas Young) y partícula (Einstein). Este principio formulado por Niels Bohr como complementariedad onda-partícula para el mundo subatómico, Louis de Broglie lo extiende a todo el universo.
El Principio de Complementariedad enlaza dos mediciones, la una que actualiza el acontecimiento en una homogeneidad: continuidad: onda, que Dominique Temple, llama “Palabra de Unión”, y la otra, al contrario, lo actualiza bajo la forma de una heterogeneidad de singularidades: discontinuidad: partícula, que Temple llama “Palabra de Oposición”. La complementariedad de ambos principios se realiza en un Tercero contradictorio que los incluye como A y B sin hacerlos desaparecer en un C, como hace la lógica hegeliana: Aufhebung.
Principio de Tercero incluido.
Existe una tercera posibilidad más allá de la relación contradictoria: la relación complementaria, justamente, que es un estado particular de potencialidades coexistentes simétricas y contradictorias en sí mismas (el “estado T” de Lupasco). El estado T corresponde a una situación particular en la que dos polaridades antagónicas de un acontecimiento, son de intensidad igual y dan nacimiento a una tercera potencia, en sí misma contradictoria: el tercero incluido.
La Indianidad considera la contra-dicción como una contra-posición de dos posiciones incluidas e integradas en un todo que las contiene. El pensamiento andino no niega por completo el principio de no-contradicción; lo que sucede es que, en Occidente, la contradicción formal es concebida como absoluta o excluyente, de tal manera que el uno (A) excluye al otro (B) y viceversa. En cambio, el pensamiento andino interpreta la contradicción formal como contrariedad material: A es distinto de B, y B es distinto de A, pero A y B pueden coexistir como partes complementarias de una tercera entidad que, recién, puede ser un todo cabal.
Veamos esto mismo desde el nuevo paradigma que emerge de la física cuántica
1.7.2. La Paridad cuántica
De lo dicho, por tanto, se puede colegir un modelo para leer la realidad que puede ser verificado desde el nivel subatómico hasta el nivel del pensamiento y la conciencia humanas.
Este modelo se caracteriza porque piensa la realidad como una Paridad de energías antagónicas: Onda / Partícula que, sin embargo, por complementariedad conforman una unidad. Por tanto, desde este punto de vista, la unidad no tiene que ver con el Uno, sino con la Paridad. Esto es lo nuevo, respecto del modelo monoteísta occidental: A = A.
Podemos graficar lo dicho de la siguiente manera:
Para completar esta idea, vamos a poner en un cuadro las características de la Partícula, lo físico, y de la Onda, lo mental.
Mental | Físico |
Subjetivo
No espacial Cualitativo Dirigido a su fin Poseedor de memoria Holístico Emergente Intencionado |
Objetivo
Espacial Cuantitativo Mecánico Sin memoria Atomístico Composicional No intencionado: “Ciego”. |
Ello implica entonces que debemos pensar los conceptos no como átomos aislados e independientes, sino como nodos relacionales entre dos polaridades antagónicas.
Los físicos proponen la metáfora del Vacío Cuántico para visualizar un lugar donde todas las energías antagónicas, positivas y negativas, la materia y la antimateria, se encontrarían revueltas, aparecerían y desaparecerían continuamente.
Otro físico, David Bohm, ha llamado a esta dimensión con la metáfora de Orden Plegado, que subyacería al Orden Desplegado que vendría a ser el mundo nuestro donde se manifestarían, se actualizarían, esas potencialidades que bullen latentes en ese Orden Plegado.
Los kollas llamarían Manqhapacha al Orden Plegado y Akapacha al Orden desplegado. Mejor dicho, y con más coherencia, según los kollas, el Orden Desplegado: el Akapacha, sería el efecto del encuentro complementario de las energías antagónicas del Alajpacha y el Manqhapacha.
Pues bien, el marco teórico de este nuevo paradigma, por así decir, lo han proporcionado los físicos. Lo que ellos vienen a decir es que las radiaciones que podemos capturar en nuestros aparatos, se pueden agrupar en dos órdenes antagónicos. Por un lado, estarían las energías que produjeron el Big Bang, es decir, las energías de la disjunción, separación; las fuerzas centrífugas de la expansión, las que permiten que el universo se despliegue continuamente; las energías de la fragmentación, de la individuación, atomización, expansión. Fermiones, genes, catabolismo, sintagma, diástole, expirar, etc.
Por el otro lado, estarían las energías de la conjunción, la unión; las fuerzas centrípetas de la atracción de los cuerpos, las que permiten que se formen las galaxias, los soles, los planetas: aparezca la vida; las energías de agregación, comunitariedad, unión: la ley de gravedad. Bosones, proteínas, anabolismo, paradigma, sístole, inspirar, etc.
El universo cuántico
La experimentación microfísica obligó a considerar como reales, eventos que, desde el punto de vista aristotélico, eran sencillamente imposibles. Ahora bien, tanto la física relativista como la física cuántica mostraron que la materia, en última instancia, se identifica con la energía: E=mc2. Este es el punto y el momento en el que la comprensión indígena del cosmos cobra relevancia científica, pues la Indianidad tiene una comprensión de la realidad básicamente energética. Sus sistemas rituales médicos y religiosos se basan en un complejo y sofisticados manejo de las energías sutiles. El neutrón, el electrón, el átomo, la molécula son eventos energéticos y, aquí, vale el dicho “Como en lo micro, así también en lo macro”. Dicho brevemente, el universo es esencialmente dinámico y, por ello, «incomprensible» para la lógica aristotélica, en cuanto lógica estática.
Al anunciar su teoría de los quanta, Max Planck demostró en 1900 que la energía radiante existe bajo la forma de cuerpos minúsculos, los quanta, cuya naturaleza es particularmente desconcertante. El quantum puede ser aprehendido, en efecto, como onda o como corpúsculo, es decir, como frecuencia ondulatoria, obligatoriamente continua y, al mismo tiempo, como cantidad aritmética finita, obligatoriamente discontinua. Una pura contradicción, según la lógica aristotélica.
Pero, tanto en microfísica como en la sabiduría indígena, este género de contradicciones no son solamente posibles, sino que constituyen la regla. Todo quantum posee la potencialidad de su transformación en un par de electrones. Esta es la explicación científica del Yanantin quechua o del más antropomorfizado Jaqi aymara.
Después de Planck, Wolfgang Pauli compiló un cierto número de observaciones que Lupasco concretizó en tres leyes fundamentales:
La ley de antagonismo
Los átomos sufren, a la vez y al mismo tiempo, de la atracción y la repulsión. Los seres humanos sufren, a la vez y al mismo tiempo, la atracción / repulsión de lo comunitario y lo individual y, según las circunstancias, colapsan como lo uno, que entonces se actualiza, o lo otro que entonces se potencializa; y viceversa.
La ley de una contradicción constitutiva de homogeneización y heterogeneización de la energía
Los electrones gravitan en torno al núcleo del átomo, pero no gravitan sobre la misma órbita, debido a lo que Pauli llamó el Principio de Exclusión cuántica. Los electrones poseen la propiedad, desconcertante si se hace caso a las reglas de la lógica clásica, de excluirse mutuamente del estado cuántico que ocupan los unos respecto de los otros.
Este Principio de Exclusión es esencial, porque engendra una diversificación de la energía, es decir, una heterogeneización, que explica la aparición de la diversidad. A partir de la molécula, precisa Stéphane Lupasco, «Todos los sistemas comportan, para su misma edificación, la competición antagonista del doble principio de homogeneización y heterogeneización». Esto quiere decir que cuanta más energía contenga un sistema, más heterogéneo y diferenciado resulta. Más vida tiene.
La ley de la potencialización y actualización de todo dinamismo antagonista.
La actualización de un término (elemento) entraña correlativamente la potencialización de otro término (anti elemento) justamente, porque el mundo acaece en Yanantin
De estas tres leyes, Lupasco extrae numerosas conclusiones. La más importante toma en consideración el hecho de que, a medida en que predomine en el seno de un sistema, lo homogéneo: digamos, Occidente, o lo heterogéneo: digamos, la Indianidad, se desarrollarán estructuras de naturaleza diferente. Estructuras que la futura Constitución tendrá que tener en cuenta como complementarias.
1.7.3. Lo Contradictorio
Tal vez una manera de acercar a nuestra experiencia vital la noción super abstracta de lo contradictorio sea la idea de afectividad. Esta es una noción que se nos atraganta a los que hemos sido educados en el racionalismo positivista, pues no tiene lugar; está entre las cosas, aparece y desaparece como, dizque, en el vacío cuántico, aparecen y desaparecen materia y antimateria; es el efecto de las complementariedades antagónicas; es el rostro amable de estado T. Pero he aquí que el mundo y nuestra experiencia del mundo, desgraciada o felizmente, es contradictoria y compleja. Sin dolor el placer no existiría; sin alegría no podríamos imaginarnos el sufrimiento y viceversa. Sin esas contradicciones el destino humano parecería vacío.
El Tercero incluido y la no-contradicción
Recordemos, brevemente, los principios lógicos clásicos, enunciados por Aristóteles. “Al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, una cosa no puede ser otra cosa” (la identidad o la constancia del pensamiento por relación a sí misma); “Al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, dos proposiciones opuestas no pueden ser, las dos, verdaderas” (la exclusión de la contradicción); “Al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto, dos proposiciones opuestas no pueden ser, las dos, falsas” (la exclusión del Tercero).
O, dando la vuelta al calcetín: lo que no se puede aceptar “al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto” puede ser admitido en momentos diferentes o desde puntos de vista diferentes; es posible que alguna cosa sea igualmente alguna otra cosa (principio lógico de alteridad) o que proposiciones opuestas tengan el mismo valor (principio lógico de la circunstanciación de la verdad o de instancialización del discurso).
Así estaba Occidente hasta que las investigaciones sobre la naturaleza de la luz vinieron a dar la vuelta a la tortilla. Con el principio de no-contradicción no se podía dar cuenta de las nuevas evidencias científicas.
La audacia de Lupasco estriba, justamente, en que pone en duda la absolutez del principio de no-contradicción, sobre el que se alza la civilización occidental clásica, introduciendo la contradicción en la estructura, las funciones y las operaciones mismas de la lógica. Es más, recogiendo los nuevos descubrimientos de los físicos, materia / anti-materia, Lupasco formula el postulado fundamental de una lógica dinámica de lo contradictorio: a todo fenómeno, o elemento o acontecimiento lógico y, por tanto, a todo juicio que los exprese o signo que los simbolice, digamos e, hay que asociarle, estructural y funcionalmente, su anti-fenómeno o anti-elemento o anti-acontecimiento lógico y, por tanto, un juicio, una proposición y un signo contradictorio, digamos: no-e. Lupasco precisa que e sólo puede ser potencializada por la actualización de no-e, pero no desaparecer; de la misma guisa: no-e sólo puede ser potencializada por la actualización de e, pero no desaparecer. Retengamos, por favor, e, no-e.
El famoso estado T, el Tercero incluido, es definido por Lupasco como un estado “ni actual ni potencial”: existe un tercer término, T, que es, a la vez, A y no-A. La palabra “estado” hace referencia a los tres principios lupascianos: Actualización, A, Potencialización, P, Tercero incluido, T, que subyacen al Principio de Antagonismo. Formalmente, e y no-e, tienen también tres índices: A, P, T, lo que permite a Lupasco definir sus “conjunciones contradiccionales” o “quanta lógicos”, haciendo intervenir seis términos lógicos:
la actualización de e está asociada a la potencialización de no-e
la actualización de no-e está asociada a la potencialización de e
el tercero incluido de e es, al mismo tiempo, el Tercero incluido de no-e.
Esta última conjunción muestra la situación particular del Tercero incluido: es un Tercero unificador: unifica e y no-e sin hacer desaparecer e en no-e y viceversa: no-e en e.
Así, pues, tenemos, ahora, que los tres quanta lógicos reemplazan las dos conjunciones de la lógica clásica, haciendo intervenir cuatro términos lógicos:
Si e es verdadero, no-e debe ser falso
Si e es falso, no-e debe ser verdadero.
Como se ve, Lupasco no rechaza el principio de no-contradicción, como no se puede rechazar en bloque la física newtoniana, sino que amplía, alarga, el dominio de la lógica clásica, como la física cuántica amplia y alarga el dominio de la física clásica.
Pero vale la pena seguir inquiriendo. ¿Cómo pensar un Tercero unificador de e y no-e, de la Bolivia occidental y de la Bolivia indígena? O, según las propias palabras de Lupasco, ¿cómo concebir que toda “no-actualización / no-potencialización” puede implicar una “no-actualización / no-potencialización contradictoria”? ¿Cuál es el sentido de la expresión “no-actualización / no-potencialización”?. Nicolescu, un discípulo de Lupasco, se pregunta: si estos dos términos son indexados en función de A y P, el índice T estaría ausente. Dicho de otra manera: no hay Tercero incluido de la contradicción y de la no-contradicción. “Paradójicamente, sostiene Nicolescu, la contradicción y la no-contradicción se someten a las normas de la lógica clásica: la actualización de la contradicción implica la potencialización de la no-contradicción y la actualización de la no-contradicción implica la potencialización de la contradicción. No hay estado ni actual ni potencial de la contradicción y de la no-contradicción. El Tercero incluido interviene, sin embargo, de una manera capital: el quatum lógico, haciendo intervenir el índice T, es asociado a la actualización de la contradicción, en tanto que los otros dos quanta lógicos, haciendo intervenir los índices A y P, son asociados a la potencialización de la contradicción. En este sentido, la contradicción es irreductible, pues su actualización está asociada a la unificación de e y no-e. Por consiguiente, la no-contradicción sólo puede ser relativa”.
Concluyamos, de momento, diciendo que “el estado T” de la lógica dinámica de lo contradictorio no es una síntesis en el sentido de la sucesión de contrarios extremos por los mecanismos de la Aufhebung hegeliana: conservación-destrucción-renovación, sino que, más bien, una orientación mínima le es transmitida por su propia determinación cuantitativa (estado de semi-actualización y de semi-potencialización) por el vector cualitativo con el cual está asociado. Es decir, “el estado T” se situaría en un nivel de realidad diferente de los estados extremos: de la total actualización (100% A & 0% P) y de la total potencialización (100% P & 0% A).
[1] Me inspiro en el libro de Leonardo Boff, Ecología. Grito de la Tierra, grito de los pobres. Lohlé-Lumen, Buenos Aires, 1996.
[2] E. Grillo, V. Quiso, G. Rengifo, J. Valladolid, Crianza andina de la Chacra. Lima: Pratec 1994; J. van Kessel, D. Condori, Criar la vida. Trabajo y tecnología en el mundo andino. Santiago: Vivarium, 1992.
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