El encuentro de los Guaraníes con el cristianismo: el quid pro quo misionero

Ahora nos vamos a detener en el malentendido más profundo que es el que se da entre el cristianismo católico, que emerge de la Contra Reforma: un monoteísmo militante y proselitista, dispuesto a ir hasta el fin del mundo para llevar la buena nueva de la modernidad, y el Animismo amerindio que emerge y se retroalimenta en el Continuo de la naturaleza. Las consecuencias de ese malentendido y esa confusión siguen vigentes hasta ahora.
Los misioneros de siglo XVI son hoy los funcionarios de las ONG´s católicas que llevan la buena nueva del desarrollo, relevados, luego, por el municipalismo y con apoyo, siempre, de la Cooperación internacional. Vamos a hablar, pues, de nosotros y de ahora mismo, en las palabras que les dieran origen hace siglos. He aquí la clave de interpretación que les propongo.
Para ello continuamos con la lectura que hace Dominique Temple en El Quid pro quo misionero, donde lee y comenta los siguientes textos: Montoya, Antonio Ruiz de, La conquista espiritual del Paraguay, (Madrid, 1639), Asunción: Ed. El Lector, 1996. Necker, Louis. Indiens Guaranis et Chamanes Franciscains: Les Premières Réductions du Paraguay (1580-1800). Paris: Ed. Anthropos, 1979. Melià, Bartomeu. La Création d’un Langage Chrétien dans les Réductions des Guaranis au Paraguay. Strasbourg, tesis de doctorado mimeografiada, 1969. Para más detalle: Teoría de la Reciprocidad. Tomo III: El Frente de civilización. La Paz: GTZ-padep, 2003.

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El encuentro con los franciscanos

Cuando los franciscanos llegan al Paraguay, heredan una situación dramática. Todas las grandes comunidades hortícolas han sido diezmadas. Algunos años más tarde, el jesuita Antonio Ruiz de Montoya se toma la molestia de buscar regiones, donde poder asentar algunas decenas de familias para fundar una Reducción.

Ahora bien, esta vez, en lugar de la espada, van al encuentro de los guaraníes con la cruz: con una Palabra religiosa. Su primer objetivo será detener su huida, reagruparlos y volverlos a sedentarizar, en lo que se va a llamar Reducciones; es decir, reservas donde se debía desarrollar una nueva civilización.

Para hacer reconocer su autoridad, los franciscanos deben enfrentar a los pajé, los chamanes y profetas guaraníes, representantes del Animismo, que estaban a la cabeza de comunidades que se habían vuelto receptivas a la Palabra religiosa, Palabra que precisaban para reconfortar y animar su tekó amenazado.

Podemos reconocer, en el éxito de las Reducciones, el efecto virtuoso de la huida de la encomienda española (propiedad colonial en la cual los indios están reducidos a servidumbre) y la búsqueda de una nueva “territorialidad”, de un nuevo tekoha, bajo la protección de los misioneros.
En las Reducciones, la tierra se vuelve, otra vez, un bien común. El don y la reciprocidad vuelven a ser los fundamentos del trabajo. Los guaraníes se dan cuenta que la privatización de la tierra conduce a la desaparición de su tekoha y, por consiguiente, de su tekó. Sin territorio no hay vivir bien.

Pero hay otro motivo de este éxito espectacular. En las Reducciones, los guaraníes adquieren hachas de hierro que les permiten más fácilmente abrir en el bosque vastas huertas, crear numerosos excedentes y multiplicar las fiestas. Las Reducciones ya no son sólo un refugio para la restauración de una territorialidad guaraní, sino también la oportunidad para el desarrollo del sistema económico de la reciprocidad de dones.

Los misioneros realizan, de alguna manera, el sueño de los tubicha, los jefes políticos: grandes pueblos donde se puedan organizar grandes fiestas. Pero he aquí que a partir de ese momento, la experiencia religiosa, centrada en la redistribución y la organización colectiva según el imaginario de los pajé, empezó a ser cuestionada. Los franciscanos, en efecto, se alían con los tubicha, los políticos, en desmedro de los pajé: los chamanes. El Monoteísmo no puede digerir el Animismo.

El compromiso reduccional, el punto intermedio entre la autodeterminación y la esclavitud, comporta, pues, por un lado, una derrota de la Palabra religiosa guaraní frente a la Palabra política guaraní y, por otro lado, un sometimiento de la Palabra política guaraní a la Palabra religiosa occidental; todo ello, con el fin de escapar del peonaje y de la esclavitud. Esa era la alternativa posible, para los guaraníes, en ese momento.

El Quid pro quo enmascarado y el don del hacha

Para los Encomenderos la pacificación religiosa significa una oportunidad para procurarse mano de obra barata para trabajar en sus Encomiendas. Los misioneros son, desde su punto de vista, colaboradores de la colonización.

Ahora bien, el punto débil de los misioneros es su dependencia de los objetos del don, gracias a los cuales adquieren su prestigio político. Esos objetos no los producen ellos. Están, pues, obligados a obtenerlos de los colonizadores que suministran las hachas de hierro en beneficio de los misioneros. Pero, obviamente, los colonizadores no “dan”. No se inscriben en la lógica del don. Ellos venden, intercambian; por ello exigen a los misioneros una contrapartida. Los colonizadores, suministrando los objetos del “don franciscano”, se otorgan un crédito que pretenden cobrar en fuerza de trabajo. La Reducción reproduce el quid pro quo, bajo la máscara misionera: el precio del don es el servicio personal.

En el encuentro guaraní-franciscano, el extranjero se acerca bajo la máscara del don. Los franciscanos dependen de la autoridad administrativa de Asunción. Ellos dependen sobre todo de la riqueza colonial. Los franciscanos, para guardar su título de grandes donadores, se ven obligados a pasar bajo el yugo colonial. Aún queriendo evangelizar, fuera del contexto de la Encomienda, deben aceptar que los colonizadores tomen servidores, jornaleros e, incluso, mujeres de las comunidades que se amparan bajo su tutela.

Las Reducciones jesuíticas

Los jesuitas, empoderados por su relación directa con la Corona de España, van a poder enfrentar el poder colonial y negar a los encomenderos el acceso a las Reducciones. Ellos van a crear un Estado dentro del Estado y van a definir las condiciones de un nuevo sistema de reciprocidad, condiciones que serán aceptadas por los guaraníes.

La Reducción jesuítica es constituida a partir de la distinción de dos sectores, llamados “sector privado” y “sector común”.

El sector “privado” es el de la producción familiar guaraní, tradicionalmente comunitaria, fundada en el don y en la reciprocidad, pero aquí reducida a la esfera familiar nuclear y que dura hasta ahora. Se trata, pues, de un territorio en el cual cada uno ejerce su responsabilidad de productor donador; un territorio inviolable, donde la autoridad superior de la comunidad no puede invadir la autoridad personal.

El sector llamado “común” agrupa las actividades del servicio público. A partir de entonces, los guaraníes trabajan colectivamente bajo la autoridad de los misioneros. La producción es repartida en función de los objetivos de la misión. Una parte es redistribuida en fiestas prestigiosas, la otra parte es vertida en tributo al Estado.

Entre los guaraníes, el trabajo es trabajo-para-el-otro, trabajo-para-el-don. El don es responsabilidad del productor. La razón del don es procurar el prestigio del donador. Fuera de esta relación entre don y prestigio, el trabajo no tiene sentido. Los guaraníes pudieron aceptar ser desposeídos de su autoridad sobre el trabajo, sólo en la medida en que pudieron reconocerse como miembros de una comunidad superior, una comunidad definida como una comunidad de redistribución y cuyo nombre les incluía: el nombre de cristiano.

Creyeron que ese nombre: cristiano, por la vía del don, les pertenecía y que los misioneros eran sus nuevos responsables. En adelante, los guaraníes trabajan colectivamente bajo la autoridad de los jesuitas. Así cada productor pierde algo de su prestigio personal, sólo para encontrarlo bajo una forma colectiva, en una representación religiosa cristiana. Así se explica que los guaraníes hayan podido ser los autores de este espléndido arte de las Reducciones jesuíticas, que todavía podemos admirar en Chiquitos.

La substitución del imaginario

Así, pues, los jesuitas reconocieron que, el don de los guaraníes, merecía traducirse por una dignidad superior. Esta dignidad, la expresaron en la liturgia, las fiestas, las danzas, las artes, incluyendo las artes plásticas. Los jesuitas supieron traducir el prestigio guaraní dentro de las categorías cristianas. El derroche gratuito de los guaraníes fue metamorfoseado en la gloria del Nombre: del nombre de Dios, del nombre de Cristo, del nombre de María. Los jesuitas no han destruido los valores de renombre guaraní, más bien, les han dado otro rostro.

De todos modos, retirar al otro el derecho o la posibilidad de expresar, en su propio imaginario, los valores que crea, es privarle de un derecho fundamental. Tal vez por esto la civilización de las reducciones guaraníticas no ha sido sostenible en el tiempo.

Pero, quizás, hay otra contradicción más profunda, entre Monoteísmo y Animismo, que explica el diseño de las Misiones. De un lado, una teología que interpreta una revelación, dada de una vez por todas, en la Escritura; de otro lado, una teogénesis que se manifiesta en las danzas rituales, las largas prácticas ascéticas y que están ordenadas a la aparición de la Palabra.

Cada guaraní recibe, en efecto, una “inspiración divina”, una inspiración que hace de él un Ser-Palabra, pero al precio de una actividad generadora de esta inspiración. Todo guaraní recibe de sus padres, himnos sagrados, pero no sabría, ni retenerlos, ni transmitirlos, si él mismo no pudiera resucitarlos por su propia práctica social. Para ser inspirado es menester una disciplina, una práctica que exige, a su turno, una relación con el otro particular, la de la reciprocidad vivida, y que debe ser renovada de manera permanente.

La tradición oral, para recrearse, está obligada a retornar permanentemente a las condiciones de origen de la revelación misma. Sin duda, ambas aproximaciones religiosas, jesuita y guaraní, se alejan todavía más, la una de la otra, por una tercera razón que justifica, esta vez, que los misioneros hayan tenido la impresión de que era necesario proceder a una sustitución radical.

En efecto, ellos se vieron confrontados a un imaginario guaraní que rendía justicia, tanto al valor nacido de la Reciprocidad de dones, como al valor nacido de la Reciprocidad de venganza, por muerte y por homicidio, y, frente a la antropofagia, se enfrentaron a un problema tal que, según parece, nadie supo descubrir la solución.

Los pajé expresaban su sentimiento religioso, dentro de un Imaginario engendrado por la Reciprocidad negativa y la Dialéctica de la venganza, y no así, dentro del imaginario engendrado por la Reciprocidad positiva y la Dialéctica del don. Pero he aquí que numerosos son los guaraníes que quedaron fieles al Imaginario pajé. ¿Cuál es entonces la razón de esta resistencia de los pajé, resistencia que podía ir hasta el sacrificio? Habría que descubrir la razón de su Reciprocidad negativa para explicarse por qué ciertos guaraníes prefieren la muerte al cristianismo. Lo cierto, empero, es que ni los franciscanos, ni los jesuitas, supieron interpretar la Reciprocidad de venganza y decidieron combatirla por la fuerza.

Para conversar en los centros de conectividad

Glosario de conceptos nuevos

Dialéctica del don

La dialéctica del don se debe a la competencia por la fama más grande y motiva, así, la sobrepuja de cada don. La fórmula de la economía de reciprocidad es: “si para ser, hay que dar, para dar, hay que producir” se vuelve: “si para ser el más grande, hay que dar más, para dar más, hay que producir más”. La dialéctica del don engendra así un crecimiento económico, al punto que se puede hablar de “sociedades de abundancia”. El ciclo de la producción-consumo, inducido por el don, es polarizado en sentido contrario del intercambio capitalista, colocado bajo la égida de la acumulación privada. La dialéctica del don puede llegar a ser totalitaria cuando impone su imaginario a la reciprocidad misma y, en este caso, se descalifica a los que no se hallan en capacidad de dar. Estos excluidos son considerados entonces como esclavos.
Imaginario
Llamamos Imaginario a las representaciones que brotan en el continuo de la naturaleza; digamos: “Padre Sol”, “Madre Tierra”, diferentes de sus referentes reales: el padre y la madre biológicos. Este segundo nivel de representación, si se queda ahí y no tiene la lucidez de entender que es una metáfora y la toma por real, da lugar a un proceso de fetichización dañino para todos. La reciprocidad, al introducir la noción de relación, permite relativizar estas representaciones: reales e imaginarias, al liberarlas de su sujeción a la biología: padre, a la naturaleza: Padre Sol e, incluso, a la sociedad: Estado de Derecho, por ejemplo, abriendo la posibilidad de acceder a lo simbólico puro, que también podemos llamar Inteligencia espiritual.
Reciprocidad negativa
El equilibrio inicial, entre la amistad y la enemistad, es relativo. Si la enemistad prevalece, se desarrolla un sistema de reciprocidad negativa, dónde la venganza, por ejemplo, será la matriz del honor. En la Reciprocidad negativa, él que sufre es el primero en poseer una Conciencia de conciencia; mientras que en la Reciprocidad positiva, es al contrario: quien actúa es el que accede a la Conciencia de conciencia. Así, pues, la reciprocidad de origen se transforma, en este caso, en una dialéctica de venganza.
Reciprocidad positiva
El equilibrio entre la amistad y la enemistad es relativo. Cuando la amistad prevalece, se desarrolla un sistema de reciprocidad positiva, dónde el don domina. La enemistad, entonces, se transforma en simple “competición” entre los unos y los otros, animando una “pugna” para ser “el más grande” en términos de prestigio. Así, pues, la reciprocidad de origen se transforma, en este caso, en una dialéctica del don.
Venganza
El sentimiento de ser humano no es engendrado solamente por la reciprocidad de alianza, la reciprocidad de parentesco, la reciprocidad de los dones, lo es también por la reciprocidad de venganza, donde el rapto responde al rapto, la injuria a la injuria, el homicidio al homicidio. Lo que importa, en esta forma de reciprocidad, no es tanto vengarse, como construir con otro una relación generadora de una conciencia común con el fin de ser reconocido, por el otro, como ser humano, aunque sea como enemigo. Lo insoportable es ser ninguneado.

Temas de conversación

¿Cuál era la situación de los guaraníes en el momento de su encuentro con los franciscanos? ¿Qué son las Reducciones? ¿Cuál es su diferencia con las Encomiendas? ¿Cuál sería su diferencia con los estados comunistas del siglo XX?

¿Qué estrategia usan los franciscanos para imponerse a los guaraníes? ¿Qué piensas de la alianza de los franciscanos con los Tubicha?

¡Cuál es la Palabra religiosa guaraní? ¿Cuál es la Palabra política guaraní? ¿Cuál es la Palabra religiosa occidental? ¿Cuál es la Palabra política occidental?

Conversen sobre el significado y la importancia de la introducción del hacha de hierro, es decir, de la tecnología occidental en la vida de las comunidades. Qué efectos positivos produce; qué efectos negativos. Cómo repercute en la Economía: capitalismo/reciprocidad. Qué lecciones sacarías para hoy.

Fíjate cómo el prestigio de los franciscanos y su aceptación, por ser Grandes Donadores, dependen del “don del hacha” que les hacen; pero repara cómo ese don no es producido por los franciscanos mismos, sino que lo intermedian; lo produce el sistema colonial que está detrás, un tanto invisible y va a pasar factura. ¿A qué te hace recuerdo esa figura? ¿La has experimentado? Las ONG ¿seguirán operando el mismo modelo? ¿También el Estado? ¿Qué es el Don enmascarado, hoy? Piensen y conversen (sin juzgar si es bueno o malo) en la situación de los bolivianos actuales que estamos en ambos lados: del lado de los donatarios y del lado de los donadores, mayormente como intermediarios. ¿Qué configuración nueva se ha formado?

¿Qué modelo político implementan los jesuitas en las Reducciones? ¿Qué te parecen sus propuestas? ¿Qué buenas prácticas recuperarías para, por ejemplo, los Municipios y las Autonomías indígenas actuales? ¿Qué lecciones aprendidas tendrías en cuenta ahora para evitarlas?

¿Qué se entiende, en las Reducciones, por “sector privado” y “sector común”? ¿Cómo manejan los jesuitas los valores de los guaraníes en especial el valor del Prestigio?

¿Por qué no han sido sostenibles las Reducciones? ¿Será porque los jesuitas les impidieron expresarse su propio imaginario? ¿Se podrá comparar esa experiencia con la situación actual, en la que los indígenas tienen que expresar su imaginario, basado en la oralidad, en Estatutos y Cartas Orgánicas escritas?

¿Por qué será que, hasta ahora, los cristianos occidentales no podemos pensar y menos procesar la Reciprocidad Negativa: la ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente? ¿Qué pasa cuando una civilización no quiere enfrentarse al problema del mal y cierra los ojos en su Imaginario? ¿El mal se volverá incontrolable como en las guerras y genocidios?

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